Es una espléndida tarde de agosto en Porto Cristo, cerca de Manacor, al este de la soleada isla de Mallorca. Allí nos recibió Toni Nadal, tío y entrenador de Rafael Nadal, y por lo tanto uno de los máximos artífices —el principal, después del propio Rafael— de los éxitos del que probablemente ya es el deportista español más importante de todos los tiempos. Con el azul Mediterráneo de fondo mantuvimos una larga conversación de dos horas y media, en donde hubo de todo: repasamos momentos críticos de la carrera de Rafael, hablamos sobre cómo ha afrontado las victorias y las derrotas, sobre cómo se mentaliza a un jugador para ayudarle a meterse entre el selecto grupo de los cuatro tenistas con más títulos grandes de la historia, sobre cómo se evita que se eche a perder con el éxito, sobre sus principales rivales, sobre el papel de Rafael Nadal en la historia del tenis, etc. También pudimos hablar acerca de la relación entre sociedad y deporte, comentar la opinión de Toni en torno a personajes de diversos ámbitos e incluso tuvimos tiempo para hablar un poco sobre política, música, cine y otras cosas variadas.
Está claro cual es la importancia del entrenador en el proceso de formación de un tenista, pero ¿puede el enfoque táctico que da el entrenador antes de un partido decidir el resultado, como puede ocurrir a veces en el fútbol?
Teóricamente no. En los partidos —en la práctica— es el jugador, que para algo es el que juega. En lo táctico un entrenador puede servir de ayuda. En todos los deportes puedes plantear un partido más rápido o menos rápido… pero es el jugador el que decide.
Pero sí hay veces que un jugador cambia de entrenador y cambian también sus resultados.
Sí. Se podría dar el caso de que el cambio de un entrenador te ayudara tácticamente, pero la mayoría de las veces te ayuda anímicamente. Si cambias de entrenador demuestras que algo quieres cambiar. A veces ayuda, a veces no…
¿Es muy importante el estado de ánimo de un jugador?
Es fundamental. No para un jugador, sino para cualquier persona en la vida. Sin un buen estado de ánimo es difícil trabajar bien, en lo que hagas. Y en un deporte, donde las cosas suelen ir muy rápidas, con más razón.
¿Puede influir la actitud del público sobre el resultado de un partido?
A veces la actitud del público te puede ayudar a ganar. No sé si te ayuda a perder… pero ayudar a ganar, sí. Por ejemplo, Rafael cuenta que en las Olimpiadas de Pekín el apoyo del resto de deportistas que fueron a verle jugar le ayudó a ganar. Todo ayuda si te eleva el ánimo.
¿Y ayudar a perder, crees que no?
Sí, también, evidentemente. Si estás en una copa Davis y te están gritando todo el tiempo en contra, a lo mejor. Pero lo que más te ayuda a perder es el contrario.
Hablando de ese estado de ánimo, ¿qué le dices a Rafael cuando tiene una lesión, cuando está en un mal momento?
Que hay que aceptar las cosas como vienen. Aceptar las cosas buenas de la vida lo sabe hacer el más tonto. Hay que saber aceptar las cosas difíciles. En los buenos momentos incluso yo soy muy bueno, pero en los malos momentos es donde se ve la capacidad del jugador. He dicho en muchas ocasiones que Rafael probablemente es el jugador que más partidos gana jugando mal: lo cual por una parte tiene el mérito de que sabe afrontar la adversidad, pero por otra parte tiene otra cosa que no es muy buena… que es que juega muchas veces mal.
Todos los jugadores juegan muchas veces mal.
… mejor si no juegas tantas veces mal.
¿Tuviste el algún momento miedo de que a Rafa se le pudiera subir el éxito a la cabeza? ¿Cómo lo preparaste para ese momento?
En la vida, con una buena formación, uno sabe dónde se ubica en el mundo. Es verdad que mi sobrino es una persona que juega bien al tenis, que ha tenido mucho éxito en un deporte que no deja de ser eso: un juego. Pero sobre todo sabe que es una persona normal. A veces he escuchado a gente que dice «no, algunos dejan de tener los pies en el suelo». Los pies los tiene todo el mundo en el suelo. Rafael tuvo una buena formación de pequeño y eso le ha ayudado para afrontar los buenos momentos, los malos y sobre todo a saber dónde se encuentra personalmente.
Pero ¿no hay gente que con el éxito pierde el contacto con la realidad? Me llama la atención esa frase de «todo el mundo tiene los pies en el suelo».
Es que todo el mundo los tiene.
Ah, físicamente.
Físicamente. Otra cosa es que creas que no los tienes. ¿Es especial alguien por chutar un balón? Tan tontos no podemos ser de creérnoslo. En muchas charlas que hago digo lo curioso que es que demos tanta importancia al deporte. Es como cuando mi hijo viene del colegio y me dice que no lo han pillado jugando al escondite, como si le diera mucho valor a eso. Estamos en una sociedad que le da valor a unas cosas… pero no solo en el deporte, también le da valor a un tipo que hace un garabato en el mundo del arte, por ejemplo. O uno que pone un tiburón en formol. Vivimos en una sociedad así. No solo pierden la ubicación los jóvenes con el deporte, también gente a la que le ha ido muy bien se creen especiales. Y especiales en esta vida, realmente, hay muy pocos. Normalmente no están dentro del grupo de la gente que tiene éxito.
¿Por qué crees que el deporte llega tanto a la gente?
Bueno, primero porque es fácil. No hace falta estar muy preparado para entender. Lo mismo pasa con la música de hoy en día, ¿por qué llega a tanta gente? Porque es fácil de entender. Después, el deporte es una cosa que te hace partícipe: pocas cosas hacen tan partícipe a la gente. Si vemos en el ámbito futbolístico, que es lo que más nos toca en España, la gente participa con el Real Madrid, con el Barcelona, con la selección española… pero a mí me choca que le demos tanta importancia al deporte.
¿Podría ser que los deportistas famosos son una especie de sustitución de los mitos guerreros de antaño?
Sí. Creo que a lo mejor son la sustitución de los gladiadores de la época romana. Vivimos en un mundo de la imagen, donde es fácil entretenernos con el deporte.
El deporte es entretenido, eso no se puede negar.
Sí, bueno, depende. Veo a veces partidos de fútbol y no son muy entretenidos, o partidos de tenis y tampoco me entretengo mucho. Depende.
Tampoco la música es entretenida siempre, ni el cine…
No me quejo de que la gente se entretenga. Me extraña que haya gente que convierta en un ídolo a alguien por pasar bien la pelota. O por pegarle un chut a un balón, o por meterla dentro del agujero. Pero ya te digo, también me extraña que dentro del mundo del arte le demos mucha importancia a uno que haga un garabato. Vivimos en un mundo así.
¿No hay nadie a quien le des importancia?
Muy poca gente. Le doy importancia a la gente que hace el bien a los demás, sobre todo. La importancia es relativa: yo soy muy importante para mis hijos, supongo.
Pero en cuanto a idolatrar, si lo quieres llamar así…
Nunca he tenido ídolos. Cuando era pequeño o joven me gustaba el tenis y tenía a Ilie Nastase, pero no un ídolo de estos que… Lo malo hoy en día es que la relación hacia tus ídolos es de fanatismo. Es decir: todo lo que ellos hacen está bien y estoy con ellos o contra ellos. No. A mí me gustaba aquel jugador, pero nada más.
Volviendo a la labor del entrenador, en tu caso con Rafael, ¿dices lo mismo después de una victoria que después de una derrota?
No. Cambia totalmente. A veces estoy mirando el partido desde el box fijándome en Rafael, en su mal juego, en cómo ha hecho las cosas, y cuando acaba el partido digo «vaya desastre». Pero en el trecho en que voy desde el box hasta el vestuario me cambia la opinión… si hemos ganado. Si hemos perdido, mantengo la opinión. La visión es totalmente diferente. En el deporte como competición lo que cuenta es la victoria.
Antes de los partidos, dependiendo del rival, ¿cambias el tipo de mentalización, cambias el mensaje?
Sí. Si el partido es contra gente del máximo nivel, normalmente requiere una tensión diferente que si el partido es contra un jugador de menos entidad. Aunque también depende del momento. Nosotros llegamos a Roland Garros y yo ya sé que Rafael se pone muy nervioso los primeros días, entonces la charla previa es para intentar quitarle hierro al tema. Depende de la situación.
Conocer tanto al tenista al que entrenas, ¿es más una ventaja que una desventaja?
Hombre, es una ventaja. Si además tienes una relación personal y familiar es otra ventaja, porque evidentemente te implicas mucho más. Conocerle mucho es una ventaja pero también… depende de desde dónde lo analices, siempre tiene sus pros y sus contras: lo que hay que mirar es si es más ventajoso o menos. Y creo que en líneas generales es más ventajoso. Y cuando llevas muchos años con la persona, con cualquiera, lo que le dices ya no es lo mismo que si se lo dijera a otro para quien sería una novedad. Igual que en los equipos de fútbol: cuando ves que están jugando con un entrenador y lo cambian, las primeras semanas suele ir bien. Pero yo creo más en el trabajo continuado y entendería más una labor —haciendo un símil con el fútbol— como la de la liga inglesa, donde los entrenadores se mantienen durante mucho tiempo, lo cual permite llevar una línea mucho más consecuente, un proyecto más estudiado.
Ahora me gustaría citar algunos momentos clave en la carrera de Rafael, para que me digas cómo los recuerdas o qué crees que significaron. Por ejemplo, año 2004, cuando en Miami y con 17 años gana por primera vez en su vida a Roger Federer.
Yo estaba en casa y lo seguí no sé si por la tele; una victoria realmente sorprendente. Jugar contra el número uno del mundo y ganarle… pero años más tarde esta victoria venía a demostrar que el juego de Rafael no le iba muy bien a Federer.
¿En aquel momento creíste sacar alguna conclusión?
No, en aquel momento Rafael era el jugador más joven del circuito con un buen ranking. La gente ya empezaba a hablar de él como un posible buen jugador en el futuro. Pero para mí fue una victoria sorprendente, porque ganarle en aquel momento a Federer no me parecía lo normal, ya que había bastante diferencia de uno al otro.
Ese mismo año tuvo lugar el famoso partido que Rafael ganó contra Roddick en la final de la copa Davis entre España y Estados Unidos.
Un partido especial. Fue especial toda la semana. Cuando nos dijeron que Rafael tenía que jugar el individual fue una sorpresa para todo el mundo.
Fue una sorpresa e incluso hubo gente que discutió la decisión de que lo seleccionasen a él.
Claro, sí, sí. Hubo gente del equipo que le pareció mal la decisión. El entrenador de Robredo estaba enfadado… y bueno, evidentemente fue una sorpresa. Pero una vez estás allí dentro, jugar contra el número dos mundial delante de 27.000 personas y ganarle… uno de los partidos más especiales de la historia de Rafael.
Al año siguiente, 2005, el de su primera victoria en Roland Garros, ¿qué salto se produjo? ¿Qué cambia, por ejemplo, desde las derrotas contra Gaudio a principios de año…?
¿Qué cambia? La edad. Estás en época de formación y vas mejorando día a día.
Pero fue un salto repentino.
En aquel año Rafael hizo octavos de Final en Australia, perdiendo en cinco sets contra Hewitt. Lo cual ya demuestra que Rafael jugaba bien. Después en Sudamérica perdió con Gaudio en cuartos de final. Ganó el primer set creo que por 6-0, y después perdió 6-0, 6-1. El público le decía «hijo de puta» todo el tiempo. Y Gaudio se puso a jugar bien. El juego seguía siendo equilibrado, solo que todos los puntos caían de parte de Gaudio. Y en el siguiente torneo, en Sao Paulo, Rafael ya ganó. Después ganó en Acapulco e hizo final en Miami. Bueno, lo lógico en un deportista joven es que cuando das un salto, des un salto grande. Porque al final metes una pelota más en cada punto y eso significa que ganas el partido. Es llegar un poco antes a la pelota, golpear un poquitín más al fondo y fallar un poco menos.
Después vienen las victorias en Montecarlo y Roma, ambas ante Guillermo Coria, el jugador que había sido dominante en tierra.
Cuando ganó el primer Montecarlo fue algo increíble para mí, que toda la vida había visto el torneo por la tele. Ganar allí fue especial. Cuando vas a Montecarlo ves los nombres en un pasillo detrás de la pista central. Ostras, pensar que Rafael pondría su nombre para siempre allí… fue uno de los grandes días deportivos para mí.
¿Qué piensas de Guillermo Coria?
Durante unos años fue un buen jugador que tuvo la desgracia de que una de sus obsesiones era vencer Roland Garros. El año que lo tenía que ganar, increíblemente, lo perdió. Iba por delante de manera muy fácil.
Sí, frente a Gaudio.
Perdió. Y después parecía que seguía siendo el mejor sobre tierra, pero tuvo la desgracia de que apareció Rafael. Y eso le remató, porque perdió esas dos finales, Montecarlo y Roma. La de Roma…
… fue la puntilla.
Sí, fue la puntilla, porque él debería haber ganado aquel partido. Iba 3-0 arriba en el quinto set con doble break. Pero lo perdió y esto le desmoralizó para afrontar Roland Garros. A partir de aquí ya no fue el mismo. Pero era un jugador muy brillante, muy rápido, muy listo en la pista. Le faltaba cuerpo, no tenía grandes golpes, pero tenía una colocación y una habilidad muy buenas.
Durante el primer Roland Garros de Rafael, en 2005, ¿en qué momento pensaste que realmente podía ganar, que realmente era posible?
Cuando vi la última bola que iba fuera en la final… pero sobre todo después de ganarle a Federer. Cuando llegamos allí, Rafael era uno de los claros aspirantes al título porque venía de ganar Roma, Montecarlo y Barcelona.
Pero claro, un debutante en un torneo… siempre está la duda.
Sí, pero era uno de los aspirantes. No veo nunca los torneos ganados hasta el final de todo, pero cuando venció a Federer me pareció que Rafael tenía más posibilidades en la final que Mariano Puerta.
Antes hablábamos de si el público afecta a los jugadores: tengo la percepción de que sobre todo en los primeros años, el público de Roland Garros era un poco reticente hacia Rafa. ¿La has tenido tú también?
Sí, pero no te afecta a la hora de ganar o perder, porque de hecho Rafael no tuvo el apoyo del público en París en los primeros años y ganó cada vez que iba. Otra cosa sería si el público te gritara y te dijera barbaridades.
¿Esa falta de apoyo a qué se debía? ¿Quizá a que era español y estaban cansados de ver a españoles ganando allí, o…?
Bueno, no sé. Yo siempre decía que Rafael es un ídolo grande en Francia, lo notas cuando vas por la calle. Y después en cambio, en París querían que perdiera. Creo que también va dentro del carácter francés, el jugar bonito, no sé qué… Este año me hicieron una entrevista preguntándome sobre David Ferrer: el periodista preguntó «¿es Ferrer una persona correcta?». Y me hacía esta pregunta porque le veía jugar de esa manera, a lo gladiador, y asociaban… Y yo le dije: «hombre, solo faltaría que el jugador que le pega más bonito fuera más correcto como persona». A este extremo hemos llegado: de una imagen sacamos una teoría. De cualquier tontería. Y eso es lo que a veces han podido pensar: que Rafael, que luchaba mucho en la pista, era menos correcto que algún jugador que le pega muy bien. Con los años se han ido dando cuenta de que no es así.
Yo nunca he pensado eso, pero sé que hay gente que lo ha hecho.
Porque hay mucha gente que piensa poco, en realidad.
¿Crees que hay también esnobismo entre el público del tenis?
No, no es en el tenis. Creo que la gente en general no profundiza mucho, no estamos muy acostumbrados a pensar. Tomamos una idea, o una imagen, y nos formamos toda una opinión que muchas veces no concuerda con la realidad.
Por ejemplo he escuchado a algunos aficionados de a pie, que están en una especie de cruzada. «Es que está desapareciendo el estilo de saque-volea»… como si fuera un pecado.
En los deportes, el juego va como quieren que vaya los dirigentes. Así de simple. Si los que ponen las reglas quieren que haya saque-red, habrá saque-red, o saque-volea. Si quieren que se juegue más de fondo, también. Lo que tienen que ver a nivel de dirigentes cuando deciden la estrategia del juego es: ¿qué tipo de juego quieren ver los espectadores? Los espectadores suelen querer ver un juego luchado, con puntos más largos. Te vas al iPad, buscas los 25 mejores puntos de Djokovic, de Federer, de Rafael… y nunca es un saque directo, nunca es un ace, nunca es un saque-red. Tiene que ser muy espectacular la volea para que el mejor punto sea un saque-red. Normalmente los mejores puntos son los puntos largos.
Cuando reinaba Pete Sampras había mucha gente decía que era aburrido.
Muy aburrido. A mí que me gustaba Pete Sampras… recuerdo una ocasión estando en Stuttgart con Rafael, cuando era alevín. Fuimos a jugar un torneo allí y coincidimos con el torneo profesional que antes era en pista rápida…. (resopla) Era aburridísimo, no se devolvían una sola pelota. Las pistas eran muy rápidas. Era el partido Kracijek contra Sampras y jugaban saque-red todo el tiempo. Saque… fuera. Resto… fuera. Esto, a mí, no me gusta nada. Me gustaría ver terminar los puntos en la red después de haberlos luchado en el fondo. Pero te vuelvo a decir: esto está siempre en función de los dirigentes, porque pones las bolas más blandas o más duras, pones las pistas más lentas o más rápidas… igual que en el fútbol: cambiaron dos normas, la cesión al portero y los tres puntos.
…y el juego cambió por completo.
Cambió el juego totalmente. De ver juegos aburridos de cero a cero… recuerdo el mundial de Italia, era un aburrimiento total. El equipo que marcaba un gol se iba hacia atrás y cedía el balón al portero. Pues dos simples normas cambiaron el juego. Yo entiendo que los juegos tienen que ser cambiantes y se tienen que adaptar a la realidad humana actual. Por ejemplo, el saque. Respecto al saque-red y lo que tú me decías, no es posible que mantengamos la red a un metro: cuando se creó el juego, la gente medía 1’70, no más. Hoy miden dos metros, más la envergadura, más el material que permite darle mucho más fuerte… entonces, claro, hay que hacer modificaciones en el juego.
Hablemos ahora de la primera final de Wimbledon de 2006, que Rafael perdió contra Federer.
No la afrontamos bien. Era la primera final allí, llegamos poco convencidos de nuestras posibilidades. De hecho, la preparación previa al partido no fue buena. Veíamos a Federer mucho mejor que nosotros y creo que esto lo pagó Rafael en el primer set: le metieron 6-0. El segundo ya fue más disputado, perdió 7-6. Pero a la larga, el otro era mejor que Rafael.
¿Hubo lecciones que aprender en aquel partido?
La lección, la mía particular, era que no lo afrontamos bien. El mensaje antes de salir fue más de estar contentos por llegar a una final que de afrontarla bien. Cuando estás en un partido final siempre puedes ganar. A veces tienes pocas posibilidades, pero siempre puede caer. Tienes que afrontar la final con ganas de ganar.
Entonces deduzco que cambió el mensaje antes de la final del 2007, que también se perdió contra Federer pero que estuvo mucho más disputada.
Sí, claro, totalmente. Salimos convencidos de que jugando bien se podía ganar. Que Federer seguía siendo mejor que nosotros en pista de hierba… pero la idea cuando salimos era de ir al 100%.
Ahí realmente sí que se veía más igualdad.
Sí. Es que de hecho, si Rafael no hubiera tenido el percance en la rodilla durante el cuarto set, creo que hubiera tenido opciones reales de victoria. Porque creo que en el quinto set fue mejor Rafael que Federer.
Pasemos al 2008, ¿qué sucede en partidos como la semifinal que Rafael perdió de forma muy clara, 6-2, 6-3, 6-2 contra Tsonga en el Open de Australia?
Sucede que tú no estás jugando muy bien, sucede que el otro está jugando mejor que tú, mucho más agresivo. Y Rafael salió jugando de manera poco agresiva, esperando el error del rival sin hacer demasiadas cosas.
Tsonga hizo también uno de los partidos de su vida.
Bueno. Rafael no jugó bien y el otro fue mucho mejor. Tsonga jugó buscando el punto en todo momento y Rafael fue demasiado conservador.
¿Qué se aprende de estos partidos?
No sé si aprendes, es fácil decir que se aprende. Cuando lo analizas, dices «ostras, cómo he salido, no he jugado bien»… pero no sé si lo aprendes para al año siguiente hacerlo mejor. No lo sé.
Luego, en ese mismo 2008, la final de Roland Garros y la victoria tan contundente sobre Federer: 6-1, 6-3, 6-0.
Creo que en aquel momento Rafael era el mejor jugador del mundo, estaba jugando muy bien, a un nivel altísimo. Había ganado octavos de manera muy clara, había ganado fácilmente en cuartos y en semis jugó un partido buenísimo contra Djokovic. Recuerdo la charla que tuvimos Rafael y yo antes de salir. Le dije «hoy creo, por tu nivel, que podrías jugarle de tú a tú a Federer… pero vayamos con la táctica de siempre, que es atacarle su revés». Y la verdad es que creo que Federer se vio impotente muy rápido y que luchó poco. Tuvo un mal día, un muy mal día. De hecho, solo ganó cuatro juegos. Cosas que pasan a veces.
¿Qué piensas cuando hay gente que opina que fue uno de los mejores partidos de Rafa?
No, no lo creo. Federer no jugó suficientemente bien. Yo he visto jugar mejor a Rafael muchas veces. Aunque tendría que volver a mirar el partido, no lo he vuelto a ver nunca más desde entonces.
¿Federer tenía por entonces, entre comillas, el «síndrome Nadal»?
No, creo que Rafael era mejor en pista de tierra que él, que estaba jugando muy bien. Lo demuestra el hecho de que después le ganó en Wimbledon y quedó número uno del mundo.
Sí, toca hablar de la final de Wimbledon del 2008, en la que finalmente vence a Federer en hierba, después de un partido épico.
Es el partido donde lo he pasado peor en mi vida. Recuerdo que en un momento dado miré el reloj que hay en la pista… y marcaba doce minutos. Y pensé: «joder, lo que me queda de sufrir». Porque sabíamos que era la oportunidad de ganar, sabíamos que después de la victoria de Roland Garros, después de venir jugando muy bien —Rafael había ganado en Queen’s, también en hierba— perder una tercera final de Wimbledon hubiera sido doloroso. La verdad es que llegamos con bastante confianza en nuestras posibilidades. Sabíamos que era difícil pero… ¡ostras!, el partido se alargó más de la cuenta. Rafael lo tuvo ganado en varias ocasiones y al final lo ganó en el último suspiro.
Es que Federer también se defendió como gato panza arriba…
Bueno, es que fueron unas cuantas situaciones… Rafael tuvo 5-2 en el tie break y dos saques. Con que te vayan un poco bien las cosas, te pones 6-3. O ganas, directamente. Pero hizo doble falta en el 5-2…. ¡jooder! Malo. Mucha tensión. Después, hubo unas interrupciones y en el vestuario le dije: «cuando tengas match ball, ve a lo sabido: saque al revés y súbele con tu drive sobre el revés». Lo hizo. Y Federer, que no nos había pasado ninguna vez… ahí nos pasó, y de revés. Rafael sacó bien, Federer restó medio mal, la pelota le quedó por el medio y Rafael no le pegó suficiente. Hizo un golpe intermedio sobre el revés y Federer, que no nos pasaba… nos pasó. Y al final ganamos en la bola donde menos teníamos que ganar, que fue un error total de Federer. En la bola más fácil… le dio demasiado tiempo a pensar y la falló.
¿Qué significó aquella victoria?
Una alegría inmensa. Desde que Rafael era pequeño yo le había inculcado que tenía que ganar Wimbledon.
Porque eso incluso cambia el papel histórico de un tenista, ¿no?
No, más que nada porque en España ya habían ganado Roland Garros y mi pretensión era que Rafael fuera un poco mejor, que no se conformase con ganar Roland Garros. Esta era la idea: ganar en Wimbledon. Fue la victoria más importante de su carrera, supongo que junto al primer Roland Garros.
Pasando al año 2009, ¿cómo recuerdas el partido contra Verdasco en la semifinal de Australia? Para algunos, uno de los mejores partidos de los últimos años.
Gran tensión. Verdasco jugó increíble, no fallaba una bola. En el quinto set, después de cuatro horas y media de lucha, seguía sacando el segundo saque a 180 Km/h y el primero a 220 Km/h, a 210 Km/h. Era un Verdasco desconocido, porque ese nivel… y la verdad es que el partido lo hubiera podido ganar cualquiera, tuvimos la suerte de que Verdasco hizo doble falta en el último punto.
El Verdasco de aquel partido podría haberle ganado prácticamente a cualquiera.
Sí, la verdad es que jugaba increíble, le pegaba fortísimo de cualquier lado y todas las bolas le entraban.
Y luego la victoria en la final de ese mismo Open de Australia, otra vez frente a Federer, conquistando el tercer título distinto del Grand Slam.
Emocionante. Rafael llegó muy tocado a la final después del partido con Verdasco. Recuerdo que cuando fuimos a calentar se encontraba realmente cansado. Fuimos a pelotear y se mareó. El gemelo se le subió. El hombro le molestaba. Todo era un problema, hasta el punto que le dije: «párate, así no es forma de afrontar una final de Australia». Y el tío me dijo lo que me suele decir siempre en cuanto yo le digo alguna barbaridad (ríe). Yo me quejaba de su actitud y Rafael me dijo: «para ti es fácil». Yo le dije: «para mí no es fácil, porque si hubiera sido fácil ya lo habría hecho yo. Lo que sí tengo claro es que, ¿ves?, tú estás ahora en una final del Open de Australia… y es probable que nunca más estés tan cerca de ganar una final aquí. Tú sabrás si quieres hacer un súper esfuerzo o no». Él decía que no podía. Y yo, lo recuerdo bien, le dije: «mira, son las cinco. Quedan dos horas y media para salir. Tú ahora estás mal. Dentro de dos horas y media… tranquilo, que no estarás mejor. No va a venir Dios a ayudarte. No confíes, porque si ahora tienes problemas, los vas a tener igual después. De ti depende que los afrontes o no. Haz lo que creas conveniente». Y durante dos horas estuve hablándole en el vestuario, repitiéndole eso. Y al final acabé con la frase de Obama, que hacía poco que había ganado las elecciones.
¿La de «Yes, we can»?
La de «Yes, we can». Se lo repetí y le dije: «oye, por favor, repítetelo en el banquillo. Repítetelo, que puedes, venga». Le decía «yes, we can» por hacerle un chiste… y se lo repetí tantas veces que creo que le quedó. Y al final del partido, en el quinto set, estaba más fresco que Federer.
Le venciste por cansancio.
Sí, creo que al final Rafael lo afrontó muy bien.
Después, en ese mismo año, llega el partido que sorprendió a todo el mundo: la derrota contra Soderling en Roland Garros. Hasta hoy, única derrota de Rafael en ese torneo.
Veníamos con muchos problemas. No es una excusa, porque el otro nos ganó, y además ya hace tiempo. Pero por entonces Rafael tenía bastantes problemas de rodilla, además de problemas anímicos. Encima Soderling jugó muy bien y Rafael no estuvo bien en ningún momento. Y fue una pena, porque creo que aquel año Rafael debería haber acabado número uno del mundo, si hubiera podido afrontar la situación. Se le unió todo: la separación de sus padres, los problemas de rodilla, y eso le hizo no ser suficientemente fuerte. Venía de ganar el Open de Australia, creo que también había ganado en Indian Wells, en Montecarlo, Roma, Barcelona, y había hecho final en Madrid. Es decir, que si hubiera ganado Roland Garros es probable que hubiera quedado número uno a final de año. Una pena.
¿Le dolió especialmente perder en lo que era su feudo?
Sí. Fue una de las derrotas más dolorosas. Las derrotas más dolorosas de Rafael, creo yo, son la final del Open de Australia contra Djokovic, por lo cerca que estuvo de ganar. Esta contra Soderling, por lo que significaba, aunque no es lo mismo perder en cuartos o en octavos que en una final, donde duele mucho más. Y después la final de Wimbledon.
La de 2007, te refieres.
Sí, la del 2007.
Luego llegó la victoria en el US Open frente a Djokovic.
Fue un partido buenísimo de Rafael, jugó muy bien. Estaba a un nivel muy alto, era el número uno en aquel momento y le salió un partido muy bueno. Creo que el partido en general fue bastante bueno y que Rafael jugó un poco mejor que Djokovic.
También significaba mucho esa victoria.
Sí, significó completar el Grand Slam, me parece que se convirtió en el jugador más joven en hacerlo, al menos en la era Open. Fue una gran satisfacción y no por completar el Grand Slam, sino por ganar el US Open en sí. Una gran victoria.
En la competición, ¿uno tiene en cuenta el significado histórico que pueden tener en el futuro las victorias, o solo piensa en cada victoria por sí misma?
Uno lo tiene en cuenta cuando habla de ello. Muchas veces, hablando con David Ferrer… a él le gusta la historia. Y hablamos sobre qué numero puede estar el tenis de David Ferrer dentro de la historia del tenis español. Pues con Rafael pasa exactamente lo mismo, ¿qué número puede estar? A Rafael también le afecta el poder acabar su carrera siendo… no sé qué número está ahora en cuanto a grand slams, está de los cuatro primeros, creo.
Está en los cuatro primeros, sí.
Sí, están Roy Emerson, Federer, Pete Sampras y él. Y en número de Masters Series está el primero, pues bueno… claro que le afecta a uno la historia. Los jugadores, creo yo, compiten por la historia. La gran mayoría. Es verdad que el dinero importa, y ganar todo importa, pero cuando ya has ganado… lo que quieres es hacer historia.
Bueno, hay deportistas que ganan mucho dinero, pero cuando compiten no da la impresión de que estén compitiendo solo por el dinero, hay otra cosa.
No, no, por eso te digo. Rafael pagaría por ganar. La satisfacción no es nunca el cheque. El dinero, es verdad, te gusta tenerlo. Pero lo principal es la satisfacción personal de haber ganado.
¿Juega algún papel la mitomanía en la ambición de un jugador, en el hecho de decir «yo quiero ser como tal o como cual campeón»?
No sé, yo te hablaré por Rafael: en su caso creo que no. Es verdad que cuando superas a Borg en Roland Garros, sabes que eres el jugador con más torneos ganados allí.
Hombre, no lo puedes obviar.
Claro, pero nosotros no pensamos mucho en los jugadores de antes.
Hablemos ahora de la derrota del 2011 en Wimbledon, ante Djokovic.
No afrontó bien el partido, Djokovic era mejor que nosotros. Rafael había jugado contra Djokovic en Indian Wells, yo vi el partido aquí por la tele: jugó el primer set muy bien, fue superior a Djokovic. Pero en el segundo y en el tercero Rafael no compitió bien y el otro le ganó. Bueno, una derrota en una final, no pasa nada. Después, en la final de Miami, perdimos 7-6 en el tercero con una bola que se fue de esto (marca con los dedos una distancia de uno o dos centímetros, N. del R.)… hubiera sido 40-15 para Rafael, probablemente hubiera ganado. Aquella derrota ya empezó a ser más dolorosa, era la segunda consecutiva. Y las derrotas de Madrid y Roma nos mataron. A partir de aquí, Djokovic le tenía comida la moral y Rafael no salió con buena mentalidad a disputar la final de Wimbledon.
Si se te mete un jugador en la cabeza…
Si, claro. Cuando uno te gana, es por algo. Es porque su juego no te va bien. O más fácil, porque es mejor que tú. Y cuando es mejor, es difícil ganarle.
Hombre, pero puede ser mejor y sin embargo…
Bueno, puede ser Federer y ser mejor que Rafael, pero en sus enfrentamientos personales puede ser mejor Rafael. Y por eso a Federer le costaba jugar contra él. Con Djokovic hubo un momento en que era superior y Rafael no tenía armas para ganarle. Hasta que al año siguiente, en Australia, estuvo a la altura de poder volver a competir con él.
¿Se te ocurren algunas claves en el repentino salto cualitativo de Djokovic o es simplemente el resultado natural de su evolución?
La primera vez que vi jugar a Djokovic, vi claramente que sería un fenómeno, un muy buen jugador, y no me sorprendió. Es la evolución. Y hay un momento, cuando le veo jugar la final de Australia del 2011 en que gana a Murray, que dije: «joder… este tío. Ha pasado a defender mucho más y mucho mejor». La evolución propia de un gran jugador.
Cuando aparece un jugador dominante, en tenis y en otros deportes individuales, ¿se crea un aura a su alrededor que afecta psicológicamente a los rivales, que les hace pensar que es todavía más difícil de vencer de lo que realmente es?
Sí. Pasan dos cosas. Por una parte, el que juega contra Djokovic, o contra Roger Federer cuando era el mejor, sabía que tenía que jugar especialmente bien para ganar. Y eso a veces conlleva que cuando las cosas no te salen muy bien de inicio, no luchas igual. Aunque también juegas de otra manera, arriesgas bastante más, sabes que tienes que dar el 100% y eso a veces te hace ganar. Pero en líneas generales, cuando uno juega contra Rafael en tierra, muchas veces los rivales no luchan lo que toca. Aflojan antes. Lo mismo con Murray, con Djokovic, con David Ferrer, con Del Potro… cuando ves que el bueno se te escapa, dices «ya está, este me va a ganar». Creo que es fruto una sociedad en la que estamos menos acostumbrados a luchar que antes.
¿Sí?
Creo que sí. Y los números me lo demuestran. Por ejemplo, llevamos desde 2008 casi con los mismos Top Ten. Los siete primeros: Federer, Djokovic, Murray, David Ferrer, Rafael, Berdych, Del Potro; estos siete estaban allí en el 2008. Ostras, resulta que estamos en 2013 y siguen estando allí. Creo que los jóvenes que deberían haber entrado no han luchado lo que toca.
Por hablar de otro jugador de esta generación: Del Potro.
Tuvo la mala suerte de una lesión cuando mejor estaba jugando, que cortó un poco su ritmo ascendente, pero es uno de los jugadores que está allí para disputar cualquier torneo y para disputar incluso el número uno.
Luego tenemos a Murray, que ha ganado el US Open y Wimbledon.
Murray lo mismo: lleva cinco años ahí arriba. Tiene la mala suerte —él lo dijo— de haberse encontrado en una época del tenis donde los tres primeros no fallaban casi nunca: Federer, Djokovic y Rafael. Y esto le dificultó la posibilidad de ganar más torneos del Grand Slam. Pero después de haber ganado el US Open y ahora Wimbledon, por su talento y por sus condiciones, creo que es un claro aspirante al número uno.
¿Por qué se dan casos de jugadores de los que la prensa habla muy bien, de los que se dice que tienen mucho potencial —pienso por ejemplo en Richard Gasquet— pero llega un momento en que se estancan?
Porque uno tiene un potencial cuando es joven, pero si lo analiza correctamente —un profesional, no un amateur—, dices: bueno, este jugador tiene un buen saque, normal. Tiene un muy buen revés. El drive es normal. ¿Es luchador? No mucho. ¿Físico? Tampoco. Entonces, claro, eres muy buen jugador pero no para disputar el trono a Djokovic, a Murray, a Federer.
Entonces crees que en muchas ocasiones la prensa o los aficionados tienden a ver en algunos jugadores cosas que no hay.
Sí. Muchas veces. Porque los periodistas en muchas ocasiones no son profesionales de lo que escriben.
Sí.
La mayoría de las veces. Por eso después uno puede escribir equivocadamente.
¿Alguna vez te ha pasado que alguien ajeno a Rafael, que no lo conozca demasiado, te diga —a ti, precisamente— algo como «te has fijado que Rafa tal y cual», y con esa perspectiva exterior te haya dado alguna idea, te haya hecho ver algo…?
Sí. La tira de veces. Acostumbro a escuchar y como Rafael está arriba, mucha gente intenta dar opiniones. Vas a torneos y alguien te dice una cosa, otro te dice otra… la mayoría de veces hablan desde el desconocimiento. Pero a veces hay gente que sabe, normal.
España ha tenido muy buenos jugadores, cada vez más, hasta convertirse en una potencia tenística mundial. ¿Cómo explicas la explosión que se produjo en el tenis español?
Es una cadena. El tenis, si rememoramos otros tiempos, empezó con Santana, Gimeno… Orantes tuvo mucho éxito, después llegó Higueras. Más tarde hubo un parón de jugadores y creo que con Emilio Sánchez-Vicario volvió a recuperarse. A partir de aquí empezaron a salir muy buenos jugadores. Sergi Bruguera, que ganó Roland Garros dos veces. Y la gente vio lo que lo ha visto siempre: «ostras, si el vecino lo hace, no debe de ser tan difícil». Y se produjo una cadena que ha llegado hasta el día de hoy. Al final, ¿por qué nadie es profeta en su tierra? Entre otras razones porque le has visto crecer y sabes que no es especial. Porque tú ya sabes… «si éste jugaba con nosotros». Recuerdo cuando Carlos Moyá empezó a ganar, alguno que había jugado antes con él me decía «¿te parece que es tan bueno Carlos Moyá, que va a a llegar?». Y Carlos Moyá estaba el 14 del mundo.
(risas) Llegar… ¿A dónde más quieres que llegue?
Está 14 del mundo, ¡me parece que ha llegado a todo! Ya veremos si es un Sampras o no, no lo sé. Pero claro, tú al de cerca, como le has visto de pequeño… Dices «ostras, si este lo hace, yo también puedo» Aunque esto también te acerca mucho a destacar. Cuando salió Bruguera ganó en pista de tierra y los jugadores de España éramos todos de pista de tierra: Corretja, Mantilla… luego Carlos Moyá, y con su final de Australia ya se podía jugar en pista rápida, era otro escalón. Después Ferrero mantuvo el nivel y creo que con Rafael hubo otro escalón: también se podía ganar en pista de hierba.
¿La evolución de esta cadena tiene algún otro sustrato, como una mejora en la red de academias?
Bueno, hay una mejora porque, claro, hay más interés, hay más gente que lo practica, hay más jugadores… y todo el mundo se esfuerza en mejorar. Hay una cosa que también ayuda a entender este proceso: en atletismo, cuando vas a batir un record del mundo, muchas veces te ponen una «liebre». Porque si hay alguien que corra delante de ti, te resulta más fácil seguir la estela. Pues esto es lo que ha ido pasando: te han ido poniendo gente delante y tú vas siguiendo la estela. Y esto ayuda a mejorar a todo el mundo: a entrenadores, a jugadores, a las academias… a todos en general.
En el sentido contrario, ¿cómo se explica el declive del tenis estadounidense en cuanto a meter jugadores en los puestos altos del ranking?
Primero, no me gusta mucho hablar si no tengo una información precisa, porque después cuando contrastas los datos sabes que puede haber muchas otras razones. Pero creo que el tenis en los Estados Unidos no es un deporte que esté arriba, y esto es la primera causa. Después, el tenis que ellos hacían… creo que a los estadounidenses, en líneas generales y no solo en el tenis, les gusta un juego de no pensar. Un juego de «pum, pum, pum» y adiós. Les gusta un ace, un saque ganador, una cosa espectacular de estas… pero el tenis tiene otras variables. Y básicamente es porque no ha habido un gran interés, evidentemente. Estoy seguro de que no se han hecho las cosas muy bien, cuando disponen de mucho dinero… solo el torneo del US Open les permite ganar mucho dinero. No hacen bien la distribución, claramente.
Volviendo al estado de gracia del tenis español, no ya por Rafael sino por las cantidad de jugadores, ¿puede ser una edad de oro pasajera, como ha pasado en Argentina o en Suecia?
No, no es pasajera porque llevamos veinte años.
Ya, quizá pasajera no es la palabra que quería emplear. Me refiero a si crees que es finita.
Finita, sí. Y es probable —no lo digo con ningún ánimo de darle importancia a Rafael— que después de Rafael venga un bajón, porque… ostras, Rafael ha puesto el listón alto.
¿La gente se ha acostumbrado a que gane?
Claro. La gente se acostumbra a ganar y después, cuando los siguientes jugadores vayan a Roland Garros y lleguen a semifinales, parecerá poco. Y la realidad es que es difícil hacerlo bien cada año.
¿Crees que el aficionado de a pie, el espectador casual del tenis, es consciente de la magnitud de los logros de Rafael Nadal?
No sé. Por una parte sí, Rafael es un deportista bastante admirado en España.
Sí, que es admirado es evidente, pero me refiero a que si por ejemplo llega a una final y pierde: «uy, ha perdido, no puede ser». Como si llegar a una final no fuese ya…
Bueno… esto pasa en todo. Nosotros perdimos el otro día en la Copa Confederaciones de fútbol y mira, Brasil fue mucho mejor. Es muy difícil ganar siempre. España, hablando de fútbol, ha tenido desde siempre una gran afición y no habíamos conseguido ganar nunca. Ahora se han ganado dos europeos y un mundial, pero en el siguiente mundial no va a ser fácil. Se va a tener que luchar contra Argentina, Brasil y algunas selecciones más. Se te van a ir algunos jugadores… es difícil ganar. Lo es para Rafael, lo es para Djokovic, lo es para Fernando Alonso… para cualquiera.
Ya que nombras a Alonso, ¿a qué se debe esta conjunción repentina de deportistas españoles triunfando en bastantes disciplinas?
A España le gusta el deporte. Los deportistas tienen una buena recompensa social y, algunos, económica. Eso hace que volvamos a lo mismo: que uno tire del otro, que la gente lo vea posible. En el baloncesto era impensable irnos a la NBA. Fue una vez Fernando Martín, y regresó. Después se fue Pau Gasol y se ha quedado la tira de años en el mejor equipo, o uno de los mejores. Después de él han ido más, y todo posible cuando ves al vecino que lo consigue.
Aun así tiene que haber algún otro factor…
No sé. Uno es la inversión que puede haber: hacer deporte en España no es caro como en otros países nórdicos donde en concreto jugar al tenis es más complicado porque tienen que estar en una superficie cerrada, hace más frío, todo es más caro. Aquí es más fácil, más asequible. Y creo que esto ayuda. Pero España funciona bien en motociclismo; en Fórmula 1 tenemos al mejor o uno de los mejores pilotos del mundo, en tenis tenemos dos jugadores dentro de los mejores del mundo, en baloncesto somos una de las mejores selecciones del mundo, en fútbol somos los mejores del mundo. En natación lo mismo, vamos bien. Estamos a un nivel, en algunos deportes, muy alto.
¿Crees que en el tenis español hay cantera? Cuando esta generación actual de jugadores tan exitosa desaparezca, ¿se mantendrá el nivel? Quizá no habrá otro Rafael Nadal…
Sí, creo que va a haber otro Rafael Nadal aquí en España. No sé cuándo, pero si ha habido uno, puede haber dos.
Me refiero a que aparezca una generación completa comparable.
En lo generacional no es fácil encontrarte con unos jugadores que hayan ganado cinco copas Davis desde el 2000, y mira cuántos Grand Slam se han ganado, muchos. En el Masters de Londres, David Ferrer y Rafael se han clasificado en los últimos años. Ferrero y Moyá se clasificaron unos cuantos años. Corretja lo ganó. Albert Costa estuvo allí. No es fácil que haya tanta gente tan buena.
Al haberse producido esa consistencia durante tantos años como decías, uno podría preguntarse si España tiene realmente la capacidad para fabricar estas generaciones una y otra vez.
Lógicamente, no es posible. Igual que, ¿va a haber otro Iniesta, Xavi, Casillas? Es posible… pero fácil no es. Por ley de probabilidades no me sale que venga otra generación tan fácilmente. Cuando estos acaben, vendrán buenos jugadores pero… a lo mejor no habrá tantos como ahora.
¿Crees que la crisis económica puede afectar a la cantera no ya del tenis sino del deporte en general?
Sí, puede afectar por el dispendio que tienen que hacer los padres. En el mundo del tenis es grande, y en muchos otros deportes. En el mundo del fútbol es un poco diferente, porque entras dentro de un club y si eres bueno ya juegas en el Real Madrid o en el Barcelona, en categorías alevines, y no te cuesta nada. Pero en el tenis cuesta. En la natación imagino que también cuesta, en muchos deportes individuales. Los padres tienen que acompañar, tienen que gastarse un dinero. Es verdad que por los hijos siempre haces un extra, pero…
No siempre se puede.
Si no puedes, no puedes.
En general, no solamente en lo deportivo, ¿te atreverías a definir la situación actual del país?
Bueno, voy a ser un poco duro… al final nosotros —me incluyo— no hemos sido buenos trabajadores. Me imagino que alguna razón tiene que haber para que el país haya funcionado peor que los otros países. Tenemos que entonar un mea culpa, todos. En líneas generales imagino que no habremos sido tan productivos como otros países. No lo sé exactamente, pero no nos engañemos: aquí la culpa siempre es de los demás. Y yo entiendo que la culpa también tiene que ser mía. No puede ser que en tenis, cuando nosotros perdamos, sea culpa de aquello, de lo otro… no, algo habremos hecho mal nosotros. Lo aplico en todos los ámbitos. Algo habremos hecho mal. No es fácil. Alemania sufrió una guerra en los años 40 y después de la guerra mira dónde llegó.
Bueno, o Corea.
Sí, sí, pero Alemania es más próximo. Yo no sé si a lo mejor en Corea se han pagado menores sueldos. En Alemania la gente ha respondido bien. Estuve hace dos semanas allí y la mayoría de productos, o muchos productos, son suyos. Mira una cosa —evidentemente es un detalle que a lo mejor no se corresponde con la realidad— pero pedí para mis hijos una Fanta de naranja, que les gusta mucho. Y la Fanta no era Fanta, era una naranjada hecha por ellos. En un buen hotel. Una Coca-Cola… también me dieron una fabricada por ellos, una marca alemana. Si te vas a la fábrica de Hugo Boss, fabrican allí en gran parte. Algo habrán hecho bien ellos, y nosotros menos bien.
¿Te interesa la política?
Claro, me interesa, porque formo parte de este país y me interesa lo que pasa a mi alrededor. No me gusta la política en líneas generales, no me gusta lo que veo, no me gusta el cariz que le dan. Son unos fanáticos. Unos fanáticos y la mayoría unos tramposos. Solo contemplan su realidad, todos ellos. No les cabe en la cabeza la posibilidad de la duda, lo cual… para mí, la gente que no duda solo puede deberse a dos razones: o bien porque eres un fanático, o bien porque eres tonto. Lo normal es dudar. Creo que ha llegado un punto donde arriba, para regir el país, no están los más preparados. Lo cual ya es un mal síntoma. Y hay demasiado fanatismo y demasiadas ganas de perpetuarse en el cargo. Y de actuar solo demagógicamente, de actuar de cara a la galería. Si se tienen que tomar medidas, se tienen que tomar. Cuando se tiene que decir una realidad, se tiene que decir y nosotros deberíamos asumirla. El atenuante hacia los políticos: creo que deberían cobrar mucho más para que la gente esté preparada. Si queremos gente preparada, tienen que cobrar mucho más. No vemos mal que Mourinho, para administrar un equipo de fútbol de veinte jugadores, cobre doce millones de euros… Guardiola o Rafael jugando al tenis. En cambio veríamos fatal que un presidente del gobierno cobre 500.000 euros. Si queremos gente responsable y bien preparada, tenemos que estar dispuestos a pagar.
Hablando de pagar y volviendo al tenis, ¿qué piensas cuando algunos dicen que en el tenis femenino se deberían jugar al menos las finales a cinco sets?
Mira, este es un tema… ¿sabes qué pasa? Cuando tú entras a valorar las cosas, a dar la opinión, según el cariz que tú le des a mis palabras…
Hombre (risas), ¡intentaré no darle ningún cariz!
No, no, es la realidad. Porque la opinión la tengo muy bien formada. No sé si deben jugar a cinco sets, o a dos. Lo que pasa es que teóricamente cuando participan en un torneo donde cobran lo mismo y toman la misma cuota de pantalla que los hombres… pues haz el mismo esfuerzo. Las mujeres, curiosamente, pueden jugar individuales, dobles y mixtos porque juegan a dos sets. En cambio, los hombres quedan bastante más cansados jugando a cinco sets. Creo que es un agravio comparativo y no me parece lógico. Yo creo que tiene que haber torneos de mujeres y torneos de hombres. En casi ningún deporte compiten conjuntamente, no hay un campeonato del mundo de fútbol donde compitan hombres y mujeres. En golf, tampoco. En baloncesto lo mismo. Y en tenis compiten juntos… bueno. Te digo, es un agravio comparativo. Yo creo que deberían jugar lo mismo. Porque si juegan juntos, que haya las mismas dificultades para todos.
Bueno, pues tiene nada de malo esa opinión. Es una opinión lógica.
Bueno… me he quedado corto (risas).
¿Qué te gusta hacer cuando no estás trabajando con Rafael?
Juego al ajedrez, me gusta el ajedrez. Cuando estoy por aquí me gusta estar con mis hijos. Cuando estoy de viaje me gusta pasear por las ciudades.
¿Se te da bien el ajedrez?
Normal.
Dime una apertura que te guste jugar con blancas.
Casi siempre juego la apertura italiana.
El giuoco piano. ¿Eso significa que te gusta el juego tranquilo?
No, me gusta el juego abierto porque juego partidas rápidas, y si juegas composiciones cerradas es más complicado, en partidas de cinco minutos. Pero vamos, si jugase un torneo jugaría con más cuidado.
¿No te gusta jugar partidas a tiempo normal, dos o tres horas?
No, porque lo hago como distracción. Juego por Internet y a tiempo normal debería esperar, se me hace muy largo.
Para el trabajo como entrenador o para otras facetas de la vida, ¿has sacado enseñanzas o ideas del ajedrez?
Creo que todo en la vida tiene un denominador común y en muchos juegos también lo hay: el que domina el centro, domina el juego. Es más fácil desde el centro dirigir la bola hacia todos los lados, como pasa en el ajedrez. Dominar el centro. Después hay una cuestión de tiempo: tienes que saber a qué tiempo juegas. En el tenis, ¿a qué tiempo jugamos nosotros? Pues jugamos a una velocidad más lenta que Federer, por ejemplo. Pues tenemos que ser consecuentes con esta idea del juego. Lo mismo en el fútbol. Si juego contra el Barcelona, debería intentar destruir el tiempo, entiendo yo, para que ellos no pudieran combinar cuando juegan tan bien. Esto creo que es general en todos los deportes.
Es curioso que digas esto del centro, porque recuerdo una frase de Pelé —no me consta que jugase al ajedrez— que decía que la manera más rápida de marcar gol es por el centro.
Es que es la realidad en casi todos los deportes. Es más difícil jugar por el lateral, aunque después en basket puedas irte al lateral y encestar, por ejemplo. Pero desde el centro tienes todas las posiciones para pasar. Pues lo mismo pasa en el ajedrez: desde el centro dominas tú, por eso tienes que intentar dominar el centro.
Cambiando de tema: con respecto al libro Sirve Nadal, responde Sócrates, que escribiste con Pere Mas, ¿de dónde viene ese interés por la filosofía?
No, no tengo un especial interés por la filosofía. Tengo interés en pensar. En analizar lo que sucede alrededor.
Eso es filosofía a fin de cuentas.
Sí, pero creo que como ser humano, uno tiene que tener interés en lo que pasa a su alrededor.
Hablando de libros, ¿cuáles son tus libros favoritos?
Te voy a nombrar el último de Vargas Llosa, La civilización del espectáculo. En su momento me gustó La insoportable levedad del ser, de Milan Kundera. Hay muchos libros que me gustan. Cualquiera de Javier Marías.
¿Te gusta ver cine?
Me gustaba más antes, y me gustan las películas antiguas. Me gustaban películas con un diálogo más elaborado. No me gustan los efectos especiales más de la cuenta. Hay unas cuantas películas que las he visto mil veces.
¿Por ejemplo?
Bienvenido Mr. Marshall, de Berlanga. Me encantaba, por lo que significaba. Érase una vez en América, con Robert De Niro. Hay muchas. El último tango en París, también. Con la muerte en los talones de Hitchcock, o Atrapa a un ladrón, también suya. Normalmente me gustan más las películas de antes.
¿Has tenido tiempo de ver series de televisión?
No las sigo mucho. He visto capítulos de vez en cuando. Me gustaba Aquí no hay quien viva, pero me gustaba antes, al principio. Porque las cosas, cuando se alargan más de la cuenta… es más difícil ser brillante mucho tiempo. Cuando estábamos de viaje, veía Lost (risas), pero al final el guionista te hacía creer lo que quería, sin una base…
¿Viste el final?
No, no llegué a ver el final porque creo que en Lost el que se perdió fue él (risas) y al final le daba igual, claro.
No la he visto, pero me resulta curioso que cada vez que pregunto a alguien sobre Lost es exactamente eso lo que me dice todo el mundo.
Sí, sí. El perdido fue él.
¿Qué música te gusta escuchar?
La verdad es que me gusta la música tranquila. Soy poco musicólogo… mira, me gusta Frank Sinatra, la canción francesa de los sesenta, Gilbert Bécaud y algunas canciones de estas facilonas.
Canción ligera, que se decía antes.
Sí, no me gusta lo estruendoso. Y no estoy suficientemente preparado como para que me guste la ópera o la música sinfónica, creo que esto exige una preparación al oyente, y yo no la tengo. Y no me gusta lo de hoy en día, demasiado fácil. Me quedo con una cosa que al menos la hagan bien, como Frank Sinatra o Gilbert Bécaud, que al menos la canción quería decir alguna cosa.
Dime un lugar del mundo donde te guste retirarte de vez en cuando.
Hay muchos sitios en el mundo que me gustan, de hecho. Creo que en líneas generales el mundo es muy bonito. De lo que yo he tenido ocasión de visitar, Melbourne me encanta. No me retiraría a Nueva York, pero me gusta visitarla. Me gustan Londres, París, Roma. La ciudad que más me gusta creo que es Roma, pasearla.
Un personaje histórico al que te hubiera gustado conocer.
Hitler. Porque no entiendo cómo se puede ser tan malvado. Me gustaría encontrarle una explicación.
¿Imaginas que viajas en el tiempo, lo conoces y te cae bien?
No, imposible. No es posible que te caiga bien un individuo de esta calaña. Es totalmente imposible. Pero yo me pregunto a veces cómo es posible llegar a esta maldad. Stalin era igual de malo que él. Estos no es que tuviera interés en conocerlos, sino interés en preguntarles y saber cómo han llegado a eso. Personajes históricos… hay mucha gente interesante.
¿Y un suceso histórico del que te hubiera gustado ser testigo?
Un hecho histórico… no sé, debería decir algo bueno.
O no. Aunque solo sea por curiosidad, como lo de Hitler.
No, no, pero no me gustaría ver lo que él hacía, sino preguntarle el por qué. Hay muchos hechos históricos que a uno le quedan grabados. A mí me gusta sobre todo la gente que hace el bien. Gente que es correcta. Aunque te haya dicho Hitler, te lo matizaré, porque no tengo ningún interés en conocer a una persona detestable como esta gente, como cualquier dictador.
Pero yo también creo que sería interesante conocerlo para saber de dónde viene.
Saber por qué se da esto, para que no se volviera a repetir.
Volviendo al deporte y aparte del tenis, ¿cuáles son los deportistas que te han impresionado más?
Hay muchos deportistas que me han impresionado mucho. Tiger Woods en golf. Messi. Johann Cruyff en su momento, cuando jugaba en el Barcelona, también me impresionó. Mark Spitz. Michael Jordan, evidentemente. Todavía cuando ves imágenes suyas y ves lo que hacían…. y en tenis me impresionaron Nastase, Borg. Y Federer, también, la elegancia que ha tenido. Hay muchos deportistas que lo hacen muy bien.
Te voy a citar unos hechos célebres de la historia del deporte y tú me dices qué te sugieren. Por ejemplo, cuando Jesse Owens gana cuatro medallas de oro en Berlín delante de toda la plana mayor del partido nazi.
¿Qué me sugiere? Fue una afrenta al racismo de los nazis, a las opiniones de Hitler… creo que fue un hecho bueno para la raza negra y ya te digo: una afrenta a Hitler, sobre todo.
Otra imagen: cuando el boxeador Rocky Marciano noqueó a su antiguo ídolo Joe Louis y después del combate fue al vestuario de Louis para pedirle perdón entre lágrimas por haberlo tumbado.
Esta imagen me sugiere… iba a decir una persona correcta pero no es así, porque no lo conozco. Pero sí una persona que sentía un respeto hacia su rival, que es lo que debería pasar. Esto me sugiere lo que no pasa en el mundo del fútbol: el otro día estaba discutiendo con mis hermanos y hablaba precisamente de eso. Las veces que ha podido ganar Rafael evidentemente sientes una gran alegría por la victoria, pero si aprecias a tu rival, que es lo que toca después de años de lucha, lo normal también es que te sepa mal noquearle. Entonces creo que es una buena imagen del deporte, en el que uno quiere ganar pero le sabe mal noquear al rival.
Otro episodio: ¿qué te sugirió cuando Brasil se presentó al mundial de fútbol de 1982 con un equipo fantástico, uno de los mejores equipos, y sin embargo perdió?
Una desgracia. En aquel mundial —una vez España había quedado eliminada rápidamente— yo quería que ganase Brasil. Recuerdo todavía el partido contra Italia: a ellos les bastaba el empate, estaban 2-2… y seguían yendo a lo grande. Para mí fue una decepción el que perdieran, porque me gusta que ganen los que hacen las cosas bien. Y aquellos lo hacían realmente bien. No me suelo acordar mucho de los jugadores pero recuerdo a Falcao, Zico, Sócrates y unos cuantos más… es una pena que perdieran.
Un poco antes de ese mundial: ¿recuerdas el secuestro de Enrique Castro, «Quini», cinco veces máximo goleador de la liga española de fútbol? Más que nada porque es impensable que algo así suceda hoy.
Sí, bueno, allí también era totalmente impensable. Recuerdo, ¡ostras! La sorpresa de que secuestraran a un futbolista. Quini en aquel momento era delantero del Barcelona y además era una persona muy correcta, hacía cara de buena gente. Todavía recuerdo las imágenes de cuando le soltaron.
¿Recuerdas el salto de longitud de Bob Beamon?
Sí, 8,90. Lo he vi...