I.
La mañana del 19 de septiembre de 1985 estaba más oscura de lo común. Sergio Dorantes tomó su cámara Nikon y siete rollos, cuatro a color y tres blanco y negro. Manejó su auto por Eje 4 Sur rumbo a Bucareli, iba a retratar a un subsecretario de Gobernación. Salió temprano para evitar el trafico desquiciante de la ciudad, tan gris como la presidencia de Miguel de la Madrid. De repente se percató que la avenida se tambaleaba y detuvo súbitamente el coche porque era imposible seguir avanzando. Tenía el radio prendido y escuchó que varios transformadores de luz se derrumbaron. Vio nubes de humo y sabía que algunos edificios ya se habían desplomado luego de su experiencia en la guerra del Líbano.
Terremoto 1985 en Av. Universidad y Eje Central. Edificio de seis pisos se derrumbó. Se publicó en muchos países y en Newsweek. Foto: Sergio Dorantes.
El grado de la luz cambió. De la colonia Álamos se dirigió hacia el Centro Histórico. A mediana velocidad notó la tragedia por todo Eje Central, los reportes de la radio confirmaron lo que sus ojos negros atestiguaban: un DF en ruinas, colapsado. Observó daños severos en la sede de la Secretaría de Comunicaciones y Obras Públicas (SCOP). No tenía dudas que estaba frente a un siniestro de impacto internacional, así que fotografió con mucha cautela la escenografía desolada que se imponía y la gente con rostros desencajados y tristes. Vio la muerte. Muchas personas le reclamaron por qué en vez de ayudar tomaba fotos.
“Levantar toneladas de concreto con las manos era una misión imposible. Yo era periodista y debía reportar ese hecho trágico. Fue una decisión difícil pero cada quien tiene su responsabilidad profesional, la mía era registrar y comunicar al mundo lo que pasaba”.
Sergio conocía perfectamente el mercado informativo en el que se movía y lo relevante que eran esas imágenes para las publicaciones europeas y estadounidenses en las que regularmente laboraba como freelance. Hasta las dos de la mañana concluyó sus clicks y las piernas no le respondían. No había acceso a la larga distancia, así que se dirigió a su departamento y empacó una muda de ropa para trasladarse al aeropuerto capitalino. Imposible. Los vuelos estaban saturados, todos quería huir del DF apocalíptico, los extranjeros esperaban impacientes y no tuvo otra alternativa que tratar de alquilar un avión. Pocas horas después volaba a Houston, donde negociaría vía telefónica su material.
La revistas Time y Newsweek estaban interesadas en comprar las imágenes que reflejaban el desastre que provocó el temblor de 8.1 grados en escala Richter. Al final, el semanario neoyorkino fundado en 1933 pagó lo que pedía el fotógrafo chilango y fue el primer medio que difundió a nivel mundial el infierno que vivía la capital.
Presidente Zedillo, su foto favorita, publicada en Newsweek y muchas revistas extranjeras. Foto: Sergio Dorantes.
“En ese momento pensé ‘si no lo hago dejaré que los extranjeros nos ganen otra vez’. Ese hecho terrible cambió mi vida porque hice bastante dinero, nunca gané tanto dinero en mi carrera profesional. Eso me permitió trabajar más tranquilo y me ayudó a ser más selectivo y escoger los medios en los que yo quería aparecer”.
Lo anterior apenas es uno de los cientos de eventos que ha cubierto Sergio como fotógrafo internacional. Retrató la guerrilla salvadoreña, pueblos exóticos como Indonesia y Malasia, las mujeres en el Islam, la vida de los tejedores en Sumatra, el conflicto étnico-religioso en Irlanda del Norte, el levantamiento zapatista, entre otros hechos. Todos publicados en medios influyentes como Newsweek, Time, Forbes, Elle, The New York Times, The Washington Post, Los Ángeles Times, The London Times, The News of the World, The Sun, El País, Stern y GEO.
Además ha expuesto en Asahi Pentax Gallery, Londres, Inglaterra; Half a Penny Gallery, Dublín, Irlanda; en el Mexican Museum of Arts, Chicago, Illinois; en la Universidad Iberoamericana y en otros espacios culturales.
Sin embargo, toda esta trayectoria sobresaliente fue eclipsada repentinamente por un crimen que no cometió. El 30 de octubre de 2008 recibió auto de formal prisión por parte del entonces titular del juzgado 24 penal, Santiago Ávila, por su presunta responsabilidad en el homicidio de su ex esposa Alejandra Dehesa, ocurrido el 4 de julio de 2003. La principal evidencia en su contra fue la declaración de un testigo, quien dos años después se retractó al admitir que la agente del MP encargada de la averiguación, María del Rocío García, lo sobornó con mil pesos para mentir en su declaración ministerial.
Colosio, lanzamiento de campaña presidencial en Magdalena de Kino, para la revista Time. Foto: Sergio Dorantes.
En ese año fatídico huyó a Estados Unidos, pero el 20 de febrero de 2007 fue capturado y encarcelado en Santa Rita y en la prisión de máxima seguridad de Oakland, California. Un año y medio después se entregó para limpiar su nombre. Renunció a su derecho de Hábeas Corpus –recurso legal que suele emplearse para impedir abusos por parte de las autoridades- en un caso inédito contra la corrupción de la justicia capitalina. Estuvo preso en el Reclusorio Oriente. A mediados del año pasado, el fotógrafo quedó absuelto tras ganar una batalla legal -en todas las instancias y por unanimidad- que duró nueve años contra la procuraduría del DF. Sergio es otro presunto culpable.
Justo en el 2003 comenzaba el pleno salto de la fotografía análoga a la digital. Se perdió ese cambió fundamental por el encierro. Hasta el momento no se sabe nada del homicida de su ex esposa. La impunidad como regla no escrita en el sistema de justicia mexicano.
-El temblor del 85 cambió tu vida pero, ¿cuál es la diferencia de cubrir un conflicto armado como la guerrilla salvadoreña y un desastre natural? ¿Cómo debe prepararse un fotógrafo ante tales eventos?
Es muy diferente la situación que viví en El Salvador. Había que viajar con el Ejército y también hacer contacto con los muchachos para participar en una emboscada contra los soldados. Eso era lo que tenía que hacer. Pero cuando vas por tu voluntad o alguien te manda tienes una responsabilidad que cumplir y hacerlo bien. Por ejemplo, en marzo de 1977 hubo un accidente de dos aviones Jumbo en la pista del Aeropuerto de Gran Canaria, chocaron y explotaron. Hubo más de 500 muertos y estaba trabajando unos días en España y me enviaron inmediatamente a cubrir ese hecho. Esto es normal, así son los días de un foto reportero.
-¿Hubo un momento en el que realmente estuvo en riesgo tu vida?
Sí, muchas veces. En 1989 retraté a un capo de la droga en Culiacán -Miguel Ángel Félix Gallardo- y la foto se publicó al día siguiente en el New York Times. Pero dos días después me secuestraron a punta de pistola en frente de la embajada norteamericana a la una de la tarde. Integrantes de la policía antinarcóticos se identificaron rápidamente ante los marinos gringos, ya que desenfundaron sus armas para intimidarme. Me subieron a fuerza a la patrulla que no tenía placas, pero adentro se escuchaba la radio de la policía. Me mataron varias veces con una pistola vacía, primero en el pecho y después en la cabeza. Me cubrieron y me dijeron que me iban a sacar los ojos. Sacaron un picahielos y ahí sí me asusté bastante: “ya sabemos que eres fotógrafo y ya no vas a volver a tomar fotos”.
Dance ritualistica del Barong, Bali, Indonesia, para The New York Times. Foto: Sergio Dorantes.
-¿Cómo lograste escapar?
Me propinaron una golpiza tremenda, tenía los testículos hinchados, me rompieron una costilla, me fracturaron el esternón, tuve una pequeña fractura en el cráneo, me querían matar. Para hacerlo obvio me forzaron a beber dos botellas de tequila. Se pararon por la glorieta a Colón y me dijeron “te vas a tomar esto”. Con los golpes y el tequila me desmayé, perdí el conocimiento y me tiraron de la patrulla Dodge sin placas. Una mujer vio la escena y llamó a la Cruz Roja, ella me salvó la vida porque me llevaron a hospital de Balbuena, pensaron que yo estaba borracho.
-También tu labor fotográfica se ha caracterizado por retratar, en su momento, a presidentes de la República, ¿por qué esta inquietud? ¿Cómo se vieron a través de tu lente?
Los fotografié para The New York Times, Los Ángeles Times, Time y Newsweek principalmente. Como eran cartas fuertes me daban un poco más de acceso. Para conseguirlo me acercaba con los voceros de prensa y con el respectivo secretario particular. Era una constante negociación con los mandatarios. Les explicaba que quería hacer tales fotos. En las giras me atrevía hablar con los presidentes, se encabronaban los guardespaldas, los del Estado Mayor Presidencial, pero decía “señor presidente quiero hablar con usted, no me han dado respuesta y quiero tomarle unas fotos”. De inmediato daba órdenes al secretario de prensa. Así empecé a ganar acceso con Miguel de la Madrid, quien me dejó hacer buenas fotos en Los Pinos y en Palacio Nacional. Era un hombre muy serio, no le gustaba la fotografía, conservador, buena persona pero muy distante de los medios. Me daba unos cinco minutos y me decía “ya estuvo bien señor Dorantes”. Le propuse unas fotos de alguna fiesta, algo espontáneo, pero siempre se opuso.
Salinas: lo conocí junto a Luis Donaldo Colosio corriendo en los Viveros de Coyoacán. Eran funcionarios de la Secretaría de Programación y Presupuesto. Cuando Salinas fue candidato ya lo conocía. Inmediatamente hablé con él cuando supe que era candidato presidencial, le dije que quería hacer unas fotos más naturales y a él le gustaba mucho la fotografía, sabía la importancia de la imagen. Me dio mucho espacio, hice distintas fotos. Lo saqué en 32 portadas de revistas internacionales de Australia, China, Rusia y otras naciones de América.
Zedillo: lo conocí cuando estaba en el Banco de México, era muy joven. Después se integró al gabinete como secretario de Educación, trabajamos profesionalmente. Cuando sucede la muerte de Colosio hablé con él en el Panteón Dolores, donde se suponía lo iban a enterrar, y le dije que quería seguir haciendo el trabajo con presidentes porque se rumoraba que sería el nuevo candidato del PRI. “Si me toca a mí, sí te dejo”, me respondió. Zedillo me dio espacio pero no tanto como Salinas porque sus secretarios privados eran muy difíciles, me limitaban. Zedillo me puso algunos candados pero me dejó retratarlo en su oficina privada, en bici de montaña, en fiestas con sus hijos adolescentes.
Fox: lo conocí desde que era empresario de la Coca Cola en Celaya y también me dio chance de hacer fotos en su rancho –igual Marta Sahagún-, en su casa. Era mucho más abierto y relajado que los demás pero frívolo y tonto comparado con los otros mandatarios, sin un sentido real de la política. Muy chabacano. Ellos me dieron bastante material y reflejé sus distintas personalidades y tiempos políticos.
Tarahumaras y la luna, parte del reportaje para la revista alemana GEO. Foto: Sergio Dorantes.
-Veo que también tienes portadas de personajes de la oposición…
Al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas lo conocí desde que empezó la Corriente Democrática y desde entonces trabajé con él. Tengo un archivo muy completo de Cárdenas y es un político a quien le tengo un gran respeto. Fue el único político que metió las manos al fuego en la acusación de homicidio en mi contra. El ingeniero me dio mucho espacio, tengo fotos de él con su familia, fiestas particulares. Es una lástima que nunca llegó a ser presidente porque hubiera hecho cosas muy diferentes por el país.
-¿Hubo algún personaje que no pudiste captar a través de tu cámara?
Aquí en México, no. En el extranjero a Pinochet. Un poco antes del plebiscito de 1988 que marcó el final de su dictadura, quería hacerle una foto de portada pero no se pudo. Me habían dicho que me iban a dar el acceso, pero una vez en Santiago se puso muy dura la oposición y me cerraron la puerta. Siempre que fotografiaba a un Jefe de Estado –soy también diseñador industrial- preparaba un folleto con unas cuatro o cinco variaciones fotográficas y les decía cuál querían, porque al final era su imagen.
II.
Gracias a la Fórmula 1, Sergio Dorantes descubrió su gran pasión. En 1962 llegó por primera vez el Gran Premio a México y los autos sofisticados se resguardaban en una agencia de la colonia Doctores. Cerca de ahí vivía el joven Sergio y sin darse cuenta comenzó a platicar con pilotos, mecánicos e integrantes de las escuderías. Su inglés era bueno, ya que desde los 10 años lo había aprendido por las revistas Time que le compraba su padre en el mercado Hidalgo. Sin querer se convirtió en una especie de traductor para los deportistas extranjeros. Los llevó de tour a Xochimilco, la Lagunilla y otros lugares populares del DF. Hizo tan buenos amigos que se escribían cartas para no perderse en el tiempo.
Se obsesionó con la F1 que cruzó el Atlántico en 1969 para trabajar en las carreras de autos. Su familia pensó que se le iba a pasar, pero su madre que atendía una tienda y su padre chofer de autobús lo apoyaron en su aventura europea. Desde los 13 años ganaba dinero reparando motocicletas y tuvo que vender su Triumph Boneville 650 para comprar su boleto en barco de carga que lo llevaría de Nueva York a Francia.
Sergio es uno de los cuatro mexicanos que han trabajado en la F1, primero como diseñador industrial y posteriormente diseñando suspensiones y sistemas de dirección de varias escuderías, estuvo en un equipo de autos prototipo de Porsche y Ferrari. También laboró para Matra, que después se convirtió en Renault. En Inglaterra fue contratado por Lotus y luego se cambió con el piloto Pedro Rodríguez a BRM. Sin embargo, veía con mucha curiosidad los flashazos de los fotógrafos que cubrían las carreras y no pudo resistirse a conocer los secretos de la luz. Hasta que uno de ellos le prestó una cámara rusa Zenit y dos lentes, un 28mm y un 135mm. La tuvo un par de semanas y ya no pudo deshacerse de ella.
Ahora resguarda como su único tesoro las 40 mil fotografías que ha tomado a lo largo de cuatro décadas. Londres le abrió el camino que ya no dejaría: debutó como paparazzi en el News of the World -que cerró el año pasado- y en el sensacionalista The Sun. No estaba muy contento con perseguir a las estrellas del rock and roll como Rod Stewart, Elton John, Queen o a los Sex Pistols. Cuando lo contrataron en el Observador despegó definitivamente su carrera. Recorrió Australia, Hong Kong, África y el Medio Oriente.
Sergio está orgulloso por la lucha legal que ganó, por eso ha creado la ONG Culpable sin Evidencia para ayudar a gente inculpada por fabricación de evidencias y testigos por parte del Ministerio Público o la procuraduría capitalina. Admirador de fotógrafos como los alemanes Robert Lebeck y Gerd Ludwig, del estadounidense Joe Mcnally y del brasileño Sebastião Salgado, dice con una voz bajita, casi imperceptible, que siempre ha trabajado 16 horas al día, “le he robado sueño a la vida”.
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