Snob

• Dr. Muerte  -  Los Libros de Muerte

Hola, si el amor es un trastorno uno más, que más da (si es saludable no es amor de verdad) porque de complejos absurdos, las tías vamos servidas, que no? mirad:

1. Salir con toooooodo el pelo para atrás de la pisci/playa. El auténtico drama.

2. El pelo indiscreto. Que no os engañen el mejor amigo de las mujeres no es un diamante son unas pinzas de depilar.

3. No hay forma elegante de escurrirte el relleno de la parte de arriba del bikini y no hay bikini BONITO que no lo lleve. Solo existe alguien que odie más a las mujeres que los peluqueros y son los diseñadores de bikinis, tan difícil es hacer  que la parte de arriba sea de la misma talla que la de abajo??????? NO LO CREO.

4. El moreno uniforme no existe, son los padres. A mí follando me pasa lo mismo que cuando tomo el sol, nunca sé exactamente cuando darme la vuelta.

5. Somos perfectamente capaces de ponernos en top less delante mil, o más, desconocidos pero la primera vez que vas con tu novi a la playa te da vergu. Es así, y lo peor que no es porque te vea las tetas que ya te las ha visto, comido, corrido encima, OBVIO, es por, atención, “a ver si va a pensar que soy un poco puta”. Mira, lo digo desde aquí y que quede claro de una vez, lo único malo de ser un poco puta es el poco.

6. Todo el mundo sabe que follar adelanta la rex y el cambio de latitud TAMBIÉN, así que en vacaciones es muy probable que la tengas y ojo que hablamos de los trastornos nuestros pero lo de ellos es muy grande: follar con la rex no porque me da asco la sangre pero por el culo sí, que la caca es otra cosa. AHÁ.

7. La Santa Trinidad: tetas, celulitis y peso. Chica relaja y no solo la raja, quisir, exigirte a ti misma lo que no exiges a los demás POR QUÉ, que la educación nunca os impida mandar a tomar por culo a alguien y la “perfección” ser feliz, sufrís de más, os comento.

8. Olor. BASTA. Los madrileños tenemos acento y las pollas huelen igual que un coño, vamos igual, una polla huele a polla y un coño a coño y no hay más, ni menos.

9. Pies grandes. Maduras cuando sonríes a deshacerte los nudos del pelo en vez de llorar y cuando te compras los zapatos de tu talla.

10. Las bragas. El típico quitártelas con los pantalones muy rápido para que no las vea, tan absurdo como real y ya os digo, ni las ven, ninguno.

Moraleja: Titis, todas estas mierders están en nuestra almendra porque quien bien te quiere, te hará quererte. FIN. ^^

Segundo post consecutivo en el que hablamos de Albert Espinosa: ha sido casualidad y espero de corazón que no se convierta en una tendencia veraniega en este blog. En su best-seller El mundo amarillo, el autor acuña el concepto de “pajas positivas”, que (a grandes rasgos) se hacen para dar suerte a la persona en la que estás pensando. En serio: Espinosa cuenta que su fisioterapeuta le habló de esta declinación casi psicomágica de la masturbación y que, diablos, funciona. Él lo ha comprobado. También le dijo que “las pajas son como suicidios exteriores, es como matarte por fuera”. Lo que quiera que signifique eso. El corolario de toda esta línea de pensamiento lleva a una de las conclusiones más demenciales de El mundo amarillo, lo que (creedme) es decir mucho: uno debería ser monógamo en sus pajas, elegir a alguien a quien quiera de verdad y darle suerte siempre a esa persona a partir de entonces. Felicidades: alguien ha detectado el único campo de la sexualidad en el que sólo priman la libertad y la imaginación absolutas… y le ha puesto reglas.

Me he acordado de todo este corpus teórico de Espinosa al leer esta noticia sobre la biblioteca porno secreta del Kremlin, cimentada sobre las primeras obras requisadas entre la alta aristocracia por los bolcheviques. Por supuesto, los líderes del partido le conservaron (bajo siete llaves) con la excusa de apartar de la circulación una serie de obras degeneradas, pero todos los trabajadores de la Biblioteca Lenin de Moscú los habían visto visitar el ala secreta a deshoras.

Uno de los mayores donantes (a su pesar) fue el bibliotecario Nikolai Skorodumov, que empezó a coleccionar libros raros desde su más tierna infancia y pronto desarrolló un apetito voraz por la pornografía, ya fuera de cosecha nacional o importada del extranjero. El artículo de The Guardian se hace la pregunta pertinente: ¿cómo evitó este hombre unas largas vacaciones en Siberia, si vivía en un régimen que penalizaba incluso las miradas de desdén a un alto mando del partido? Existe la posibilidad de que los tesoros de su colección fueran tan valiosos que el propio jefe de policía de Stalin se asegurase de hacer la vista gorda con Skorodumov (a modo de, ya sabéis, agradecimiento), pero a mí me interesa más otra hipótesis: que el tipo consiguiera englobar sus pasatiempos lúbricos dentro de la ideología comunista. Al parecer, Skorodumov se aseguró de pedir la mayor parte de sus materiales a organizaciones científicas de todo el mundo, generando así una coartada de hierro de cara al régimen. No estaba recopilando libros guarros, sino estudiando y categorizando la sexualidad como expresión puramente social, extrayendo una serie de conclusiones sobre las pulsiones de los individuos que, sin duda, le serían de utilidad al partido en un momento dado.

Es decir, que se hacía pajas positivas.

Uno de los grandes saltos conceptuales producidos en el ámbito de la crianza tiene que ver con el descubrimiento de que los niños no nacen como pizarras en blanco, o barro fresco y amorfo que podamos moldear mediante educación y ambiente. Los niños nacen con predisposiciones grabadas a fuego a través del ADN.

Por ejemplo, algo tan aparentemente maleable como el temperamento parece fijado por la biología desde el nacimiento, tal y como demostró un clásico experimento de 1979 llevado a cabo por el psicólogo Jerome Kagan.

En el experimento, se presentaron a 500 niños pequeños una serie de estímulos desconocidos: el 20 % lloró mucho y fue calificado “de reactividad alta”. Otro 40 % exhibió un escaso grado de respuesta y se le denominó “de reactividad baja”. El resto ocupó posiciones intermedias.

Lo más interesante vino en la segunda parte del experimento, realizado una década después: se sometió a los mismos niños una serie de experiencias para provocarles ansiedad. Una quinta parte de los calificados “de reactividad alta” seguían respondiendo bruscamente al estrés. Y una tercera parte de los “de reactividad baja” conservaban su sentido de la calma. La mayoría se hallaban en niveles intermedios, pero pocos había saltado del estado de reactividad alta al de baja o viceversa.

Es decir, que nacemos con un temperamento prefijado, que solo en ocasiones puede ser modificado por el ambiente. Es un dato que debe tenerse en cuenta a la hora de aplicar políticas de crianza: algunos niños necesitarán unas, otros, otras. Tal y como ha escrito David Brooks en El animal social:

Uno recién nacidos se sobresaltan más fácilmente que otros. Su ritmo cardíaco aumenta más deprisa que el de otros cuando se enfrentan a situaciones extrañas, y se incrementa asimismo la presión sanguínea. El cuerpo reacciona con mayor intensidad.

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La noticia Los niños nacen con un temperamento determinado fue publicada originalmente en Xatakaciencia por Sergio Parra.

La portada del cuarto número de 96 lágrimas, de 1982. Imagen: El Sardinita. Vía Así se fundó Carnaby Street.

Cincuenta años después de la polémica que tuvo lugar durante la Guerra Civil en la revista Hora de España entre Ramón Gaya y Josep Renau sobre la pintura y el cartelismo, sobre lo emocionante y lo social, en el barrio madrileño de Malasaña se libró una nueva batalla sobre el significado y el valor del arte. En este caso entre unos grupos de música moderna que hablaban sin complejos de emociones y otros que defendían la intrascendencia del pop como pura diversión. En realidad dos caras de la misma moneda, la de la búsqueda de unas bocanadas de aire fresco de las que escapar del rock cabezón y de los cantautores abrasantes llenos de pelo de finales de los años setenta del siglo pasado.

Por el lado de los grupos divertidos, los ofensores, autoproclamados las Hornadas Irritantes gracias al ingenio de Patacho, guitarrista de Glutamato Ye-Yé, la alineación era la siguiente: principalmente los grupos Glutamato Ye-Yé y Sindicato Malone, a los que en distintos grados se sumaban Derribos Arias, Ciudad Jardín, Los Elegantes, Pelvis Turmix, Siniestro Total y los fanzines 96 lágrimas y La pluma eléctrica. En el bando de los ofendidos, llamados Babosos por los anteriores, la alineación era más clara, ya que el objetivo de los dardos fueron siempre Los Secretos y Mamá, añadiendo luego al listado según conviniera a Nacha Pop, Tótem y Los Modelos.

Prácticamente toda la prensa se puso del lado de las Hornadas Irritantes riéndoles la gracia y, aunque la gran mayoría de los grupos protagonistas se volatilizaron en un par de años, la terminología quedó grabada a sangre y fuego en el corazón de la Nueva Ola Madrileña, como se puede leer en Enrique Urquijo. Adiós tristeza (Rama Lama Music, 2005), la biografía que Miguel Ángel Bargueño escribió de Enrique Urquijo, donde el autor narra una escena digna de Nacho Canut pero protagonizada por el líder de Los Secretos quien, cuando le enseñaron en las oficinas de DRO la versión que de «Quiero beber hasta perder el control» habían hecho Fito y los Fitipaldis se levantó y, en vez de alegrarse, se encaró con el directivo de la disquera gritándole «¡Mira aquí los babosos! ¡Los babosos aquí seguimos!». Quince años después de la polémica al gran Enrique todavía le escocía el término. Hoy, pasados otra docena de años desde el desplante de Enrique, el rechazo a los Babosos sigue refulgente como el sol, estos grupos no se merecen el Olimpo y aunque el indie más recalcitrante acepte tan tranquilo a los Carpenters o a los Everly Brothers nunca podrá aceptar que Los Secretos son mucho más importantes que Parálisis Permanente, por todo. Pero sobre todo por sus canciones, por su primer elepé, que quizá tenga la mejor producción de toda la Movida madrileña, y es la mejor porque es la única que ha resistido fresca treinta y cinco años como lo hace la de cincuenta años de Pet Sounds, por compararlo con la obra más perfecta nunca grabada, con Dios. Siempre se aceptará que un cantante diga «We could be married and then we’d be happy» pero no «Si estás a mi lado me siento mejor».

Las etiquetas que se usaban en aquella época para catalogar a los grupos en ocasiones rozan lo descabellado, con divisiones imposibles, aunque imaginamos que hoy poca diferencia habrá para un oyente finlandés de veinte años que escuche «La balada de Karen Quinlan» y «Ligarse a Vicky», o la «Vicky» de Alaska y los Pegamoides, para él serán lo mismo. ¿Quién sería aquella Vicky protagonista estelar de dos canciones fundamentales de la época? O a lo mejor hubo dos Vickys, al igual que en la vida de la chica a la que están dedicadas estas líneas hubo dos Anas; pudo haber tres, pero en vez de la tercera hay una brujita ideal, su calco absoluto, que es capaz como ella de convencerte de cualquier cosa con la varita mágica de su sonrisa. Una primera etiqueta nos la da Fernando Márquez «el Zurdo», quien en su seminal Música Moderna (Ediciones Nuevo Sendero, 1981; con reedición de Discos Walden y LaFonoteca, 2013), antes de la acuñación del término baboso, coloca a Los Secretos, Nacha Pop y Mamá en el índice del libro dentro de la sección «Los llamados grupos sanos», aunque también coloque bajo ese mismo epígrafe a Los Elegantes y a Ejecutivos Agresivos, grupo este último en el que militaba Poch, meses más tarde uno de los puntales de las Hornadas Irritantes con su propio grupo Derribos Arias. Siguiendo el camino de buenos chicos trazado por el Zurdo podemos poner la frase de Ricardo Aldarondo en su crítica al disco Los Secretos aparecida en el número especial sobre «Los 100 mejores discos españoles del siglo XX» que sacó la revista ROCKDELUX en 2004 para celebrar su veinte aniversario, donde dice que «Los Secretos eran sentimiento a flor de piel, melancolía de chicos buenos sin vergüenza de serlo» y, por qué no, la retranca de Loquillo cuando el roquero barcelonés dice que «para ligar con una chica de aquella época tenía que hablarle de Nacha Pop», según cuenta Álex Fernández de Castro en su libro Nacha Pop. Magia y precisión (Editorial Milenio, 2002). La otra etiqueta común a los babosos, bastante más extraña que la de chicos buenos, que viendo sus fotos parece bastante razonable, es la de hippies, aunque con distinta graduación; mientras el Zurdo habla refiriéndose a Mamá, Los Secretos y Chokes como de la quinta «hippy-country», Diego Silva en su clásico El Pop Español (Teorema, 1984) habla de ellos como «hippy-progres» en la ficha dedicada a Glutamato Ye-Yé al decir que el grupo de Iñaki «venía a refrescar los ambientes musicales, cargando contra todos los “babosos” (entiéndase antiguos hippy-progres y derivados)». A la contra, Aldarondo comenta del primer elepé de Los Secretos que este «contiene una docena  de canciones que en aquel momento, en una España aún afianzada en el hippismo, la progresía y el sinfonismo, sonaban reveladoras» dejando ver que lo que hacía el grupo madrileño era ofrecer una alternativa al hippismo y los progres. En fin, no hay quien se entere, así que para acabar de liarla podemos ver la crónica de un concierto de Tótem del desubicado Álvaro Pombo publicada en 1980 por El País, en la que del grupo de los hermanos Peñacoba al escritor le interesa «particularmente la mezcla de un vigoroso, alegre sentido del ritmo aplicado a temas musicales clásicos. Eran “variaciones” (diferencias, a la manera utilizada en jazz)». Es cierto que Tótem era el único grupo que sabía leer una partitura, que en las maquetas de Tos —primer nombre de Los Secretos— hay una raquítica versión del «Don’t Cry No Tears» del hippy de Neil Young y que el bueno de Pombo no se enteraba de nada.

Si los babosos eran buenos, los irritantes además de graciosetes tenían a la fuerza que ser chicos malos, pero viendo la portada de uno de los números del fanzine irritante 96 lágrimas uno se da perfecta cuenta del increíble cutrerío e ingenuidad que tenían todos en aquellos años. En ese número, el periodista Miguel Ángel Arenas habla con los punkarras de PVP y le pone este bochornoso titular a la entrevista «PVP, un grupo guay del Paraguay». Pero qué podía hacer si el título completo del fanzine era 96 lágrimas, revista de marcha, colega. Espectacular. De todos modos no hay que cargar las tintas sobre Miguel Ángel Arenas por ese titular ya que también tiene en su haber la mejor frase de y sobre la Movida, frase aparecida en un número de 1984 de Rock Espezial: «En 1979 los grupos tocaban muy mal, pero eran todos muy divertidos; en 1984 todos los nuevos grupos tocan muy bien, pero son muy aburridos». Esta es la definición definitiva de la Nueva Ola.

Los demás periodistas, sin importarles la música que hacía cada grupo, prácticamente apoyaron al unísono a las Hornadas Irritantes, hasta periodistas como Juan de Pablos, que en principio uno pondría sin dudar codo con codo en la barricada de la brigada llorona, como diez años después de la polémica califica insistiendo en la gracia a Los Secretos, Los Modelos y Mamá Diego Antonio Manrique en la respuesta a la encuesta de José Luis Gallero en su fundamental Solo se vive una vez. Esplendor y ruina de la movida madrileña (Árdora, 1991). Juan de Pablos, él sí un poco arrepentido, comenta en el libro sobre Enrique Urquijo que «Me dejé llevar por esa corriente, al fin y al cabo era el último berrido. Las Hornadas Irritantes hicieron escuela y Mamá y Los Secretos pagaron el pato, quedaron bastante eclipsados, fue un palo gordo». Diego Silva en su libro llega más lejos todavía en su desprecio hacia los grupos babosos y no les dedica ficha ni a Los Secretos ni a Mamá dentro de la sección del índice «La primera generación», solamente a Nacha Pop, dando en cambio cancha a grupos hoy tan borrosos como Distrito 5 o Último Resorte. También es cierto que hubo críticas a Glutamato Ye-Yé, que para mí son algo más que un grupo gracioso ya que cuentan con media docena de clásicos indispensables de aquellos años; por ejemplo, Pedro Calvo en Diario 16 (1984) tras hablar de lo que enganchan las canciones del grupo acaba el párrafo con un demoledor «con estas historias Glutamato Ye-Yé logra renovar el cargado arsenal de himnos excursionistas, canciones de la mili y coplas de borrachería »mientras que un año antes Olmo en El correo español-El pueblo vasco en su crítica al single «Comamos cereales» machaca sin misericordia al grupo diciendo que «ya veremos quién se acuerda dentro de cuarenta años de “Comamos cereales”», que es la misma pregunta que se plantea Javier Urquijo en el libro sobre su hermano, cuando con mucha razón dice «Éramos blandos, ¿y qué? ¿Son blandos los Byrds? ¿Quién queda de las Hornadas Irritantes? Tararéame alguna canción de alguno de esos grupos», como si se le hubiera metido dentro el espíritu del alcalde de Madrid que pasará a la historia por rehabilitar todo el casco histórico de la ciudad, José María Álvarez del Manzano, quien sentenció a la Nueva Ola sin tener ni idea de lo que hablaba en una entrevista en La Vanguardia en el año 91: «Yo no recuerdo un solo libro, un solo cuadro, un solo disco; nada, de la Movida no ha quedado nada».  

Varios años después, ya con perspectiva aunque claramente desde el bando melódico, se podían por fin leer textos más reposados sobre aquellos grupos. En la Guía Esencial de la Nueva Ola Española, editada por el sello Rock Indiana en 1994, de Mamá se comenta que «las melodías que Granados se sacaba de la manga bordean la perfección en su intento de redondear una canción pop; incluso las letras, repletas de tópicos adolescentes, tienen un magnetismo y una personalidad muy particulares», y en la de Los Secretos que siendo «denostados por muchos en sus comienzos —fueron objetivo prioritario de las hornadas irritantes como ejemplo arquetípico de grupo baboso—, Los Secretos han logrado sin embargo ganarse el respeto de la mayoría gracias a una carrera coherente y sólida y, sobre todo, cuajada de buenas canciones». La verdad salía a la luz. Sin embargo la misma guía roza lo cruel en su valoración de Sindicato Malone al decir que en su breve existencia «les dio tiempo a grabar alguna buena canción, sin otra pretensión, eso sí, que servir de banda sonora a una buena juerga».

Podemos cerrar este texto resumiendo en la voz de Aldarondo todo lo dicho anteriormente: «Los Secretos tuvieron huevos para ser como eran: mientras Glutamato Ye-Yé, Derribos Arias, Alaska o Loquillo se protegían con la ironía o el surrealismo». De todos modos al final la sangre no llegó al río y la broma se fue olvidando, José María Granados tras disolver Mamá formó con Patacho, grupos como La Banda del Otro Lado y Buenas Vibraciones, y componentes de Los Elegantes tocaron con Los Secretos en multitud de ocasiones. Y fuera de la trifulca que tantas páginas rellenó en su momento han quedado un montón de canciones clave en la historia de la música española, canciones compuestas en unos años veloces de los que muchos salieron mal parados pero que durante aquellos días tenían un objetivo principal, que no era otro que ligarse a Vicky, y que tan bien explicó un lúcido Antonio Vega en una de sus mejores composiciones para Nacha Pop: «Salir, tocar, para verte sonreír, coger al vuelo el sentido de vivir».

Illustration by Nick Gazin

He is a good guy, much to his detriment. Women, after all, don’t want good guys. This is due, of course, to the inherent lack of goodness they possess. They are single-minded, status obsessed, and materialistic. They want men with fancy cars and big dicks—men who don’t understand them the way our man can, the way he would, if only they’d look his way. They don’t look his way, however, because they’re too busy vainly looking at themselves in mirrored surfaces or at the big dicks of their inferior boyfriends.

They don’t want him, so why does he want them? The answer is simple: he wants what he deserves. And he deserves them. Because he is a good guy—again, much to his detriment. I mean, do you know how many goddamned times he’s been put in the friend zone? Do you have any concept of how emasculating it is to comfort a woman you know could be one in a series of the loves of your life as she cries over another man? For the sheer psychic anguish of this emasculation, he at least deserves a handjob. But he doesn’t get a handjob. He gets nothing. And he’s tired of it.

He is, indeed, tired; tired of being persecuted for the fact that he was born into a world of privilege, one he cannot change, because, Jesus Fucking Christ, he’s only one man, and what can one man do? Nothing, especially when he’s constantly surrounded by harpies incessantly yammering that he’s the problem. A man can’t concentrate in the midst of all this yammering. And anyway, he’s not the problem! He’s the solution, for fuck’s sake! Why won’t anyone listen to him? Is it because they’re scared of the truth? That’s probably it. Fucking cowards. Sheeple. Wake the fuck up, he thinks to himself, shaking his head as he hate-reads a Jezebel article.

Yeah, he has a fedora, but who gives a shit? Why are people always making fun of it? His head just looks good in hats. I mean, if it didn’t, he wouldn’t wear hats, but it does, so he does. The same goes for his chin beard. Some faces just look better with hair on them. Whenever he shaves, he looks like a little boy. But with a chin beard, he looks like the man that he is; the man no one could argue he is not.

He doesn’t have a lot of followers on Twitter, but that isn’t why he tweets. He doesn’t tweet for attention. OK, maybe he does tweet for attention, but not personal attention. His identity doesn’t matter—that’s why his handle is just a string of random letters and numbers, why his avatar is an illustration. He’s altruistic enough to understand his personal insignificance. He tweets to bring attention to the cause.

He tweets to stand up for what is right, what is true. He tweets the things he’s tired of men like him being told they cannot say. Which is that [insert woman’s name here] is a cunt who needs to shut the fuck up, immediately. He tweets this directly at the cunt in question, because it is imperative for her to know she is a cunt. Really, he’s doing her a service. No one else is willing to tell it like it is.

He types, all day, into the endless void that is the internet. It is a void not unlike the void that exists between the thighs of his objects of desire, those unattainable cunts he constantly tries to outwit, outsmart, capture, crush.

The cunts of these cunts—they are the holy grails of his bitterness and resentment. Were he to win one, he would immediately fill it with high-octane, over-caffeinated energy drinks, fuel he’d use to post more blog entries about how, actually, just as many women commit domestic violence as men but the media refuses to acknowledge it and how rape culture is a myth perpetrated by the unrapable (i.e. fat chicks) and how, not only does something called the Glass Cellar fucking exist, it’s even worse than the Glass Ceiling, and how custody discrimination is making an entire generation of helpless children pawns in a game they’re too innocent to realize they’re playing, suffering under the dreadful rule of their selfish mothers, and so on, and so on. These blog entries are invariably accompanied by stock photos of smiling, non-threatening men and women interacting with each other in a pleasant, respectful manner. They do not sync up to the content they are being partnered with.

When he is not creating his own content, he is sharing the content of others, or discussing content others have shared. He and his brethren commune on Reddit, commiserating about the struggle on message boards with names like The Red Pill (a "discussion of sexual strategy in a culture increasingly lacking a positive identity for men") and The Pussy Pass (which "document(s) women getting off lightly due to their vaginal impairment").

He has, indeed, taken the Red Pill; while his embrace of dime store philosophy has been liberating, it’s also served to make him upset, upset enough to type and type and type until his wrists hurt. His eyes are open now, and cannot be shut. He has entered the truest form of existence. He sees all, knows all. It is a tremendous burden, holding such knowledge and power. Sometimes, in his darkest hours, he wishes his eyes never opened. Those feelings dissipate, however, when he types about important things, valid things, with his fellow Redditers. They are the only ones who understand him.

It makes sense that he’d take the Red Pill. The Matrix, of course, is his favorite movie. The stark realities that film presented, the way in which it perfectly illuminated the "illusion of ignorance" that most people inhabit—Ayn Rand herself couldn’t have written it better. Ayn Rand was a woman, sure, but she also hated women, and boy could she write, so he still loves her. It sucks that she wasn’t also hot, but you can’t win ‘em all.

He will, without a tinge of irony, mansplain feminism to a biological female. Feminism is equality, he says, which is something he desperately wants. He’s tired of women running the show. He’s tired of being vilified for his sex. He’s tired of being misunderstood. He’s tired, period.

He will go on to say that women have no reason to be scared when they walk alone at night. If they are, they’re being irrational. And anyway, if they do end up getting raped, there’s nothing they can do about it. Rape happens all the time in the animal kingdom, and we’re animals. It’s natural. When men rape, which is something they do far less than you think they do, they do it solely because of their animalistic urges, which makes rape inevitable, inescapable. It is a necessary fact of life, like childbirth.

He has something to say about what he’s reading right now. And, by God, he’s going to fucking say it, because I don't have the right to tell him otherwise.

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Da Wikipedia: “Tondo coa familia de Septimio Severo no que aparecen retratados Severo, a súa dona Xulia Domna, os seus fillos Caracalla, e Xeta, cuxa face foi borrada pola súa damnatio memoriae ordenada polo seu irmán e asasino Caracalla”. Fonte: Wikipedia

É unha das historias máis sorprendentes que me teño atopado na miña carreira profesional como xornalista cultural, e sen embargo, é unha historia sobre a que prometín gardar nomes.

Vou explicar brevemente a historia: nunha cultura como galega (pero tamén en culturas máis grande en número de axentes, como a española, a francesa ou a italiana) sempre hai persoeiros nodais, figuras transversais que, dun xeito ou doutro, durante un periodo de tempo máis ou menos longo, participan, vertebran e dan sentido a numerosos proxectos culturais. Estas figuras ás veces non son elas mesmas grandes creadoras, pero teñen unha capacidade impresionante para alentar a creación artística ou a creación de infraestruturas ou proxectos culturais. Estou convencido de que, a pouco que pensemos, todos atopamos a algún coñecido que exerceu iso.

A diferencia, nesta historia, era un estraño punto escuro no medio e medio dos diagramas a través dos cales eu conectaba xente. Ía cruzando datos para unha xenealoxía contemporánea de cultura galega e o punto baleiro seguía aí, conectando entre si aparentemente persoas que non tiñan nada que ver, proxectos dispersos. Ao final fun quen de poñerlle cara a esa persoa: era unha muller, e conseguín que me concedera unha entrevista. Alí fiquei abraiado. Estabamos nun bar, as cervexas circulaban unha tras doutra, e aquela muller iame debullando a súa participación en novelas, relatos, cambios de rumbo de escritores, exposicións, novas. Souben de grandes textos da nosa literatura ancorados, e logo continuados. Souben de vocacións literarias animadas entuasiastamente, proxectos de series de artigos, series audiovisuais, obras teatrais…

Pero había outro nexo común, intrigante, en todo aquelo. Boteille un ollo nunha libraría a algúns dos libros que esta muller dixera que animara e empurrara, que estivera na tramoia con anécdotas suculentas e intrigantes. Pero os libros estaban adicados a outras persoas. Ela nunca aparecía mencionada. E logo, xa realmente coa mosca tras da orella, repasei entrevistas a destacados creadores que ela mencionara, para ver se recoñecían o seu papel. Nunca. Aquelas escritoras, artistas falaban notablemente de si mesmos, ás veces de persoas que os axudaran, pero nunca esta persoa. Dubidando, pregunteilles directamente a uns cantos deles por esta persoa. Todos afirmaban coñecela, mesmo detalles dados por esta persoa coincidían: en determinadas épocas, ela tivera relacións, mesmo bastante estreitas. Ao lembrala, facíano coma quen se acorda dun vello amigo do instituto sepultado na memoria, exhumado nun momento nunha conversa sen rumbo e volto soterrar.

O seu papel parecíame cada vez máis a un Mefistófeles e cheguei a desconfiar. Así que un día recibín un whatsapp convidándone a unha cervexa. Ela prometera, só de esguello, traerme un libro do que eu falara con paixón e que nunca máis dera atopado, nin sequera nas catacumbas de Internet. Ela conseguírao, e aquelo emocionome, e ceiboume da corrección e separación que un debe ter cando realiza entrevistas. Conteille como todos afirmaban coñecela, como todos confirmaran a súa versión pero como se esquenceran, sen ningún tipo de remorso, dela, nos agradecementos públicos sobre as súas obras. “Como te fai sentir iso?”, pregunteille. Por unha vez, ela miroume e quedouse calada, sen saber moi ben que dicir. “Ao principio, mal”, díxome ela, “non podía comprender como non me mencionaban, como non había un aceno de agarimo, sobre todo porque as amizades escóllense, non é que te caian obrigadas. E recoñecín a outra xente que facendo moito menos neses proxectos era gabada en público? Non me quererán?”, pensei, “crearei descrédito para eles? Serei unha personaxe pouco desexable, unha persoa da que mellor non convén dicir que un é amigo?”

“Ao mellor simplemente non diches coas persoas axeitadas”, tentei consolala.
“Ao mellor neste país non había outras”, contestou. É intelixente de vez.

Ficamos en silencio. Crin sentir moitas amarguras pousadas sobre a súa emoción. Algunhas ausencias doerían moito máis ca outras.

Non souben que dicir, así que improvisei lamentablemente. “Pero posúes un marabilloso secreto”, dígolle eu. “Se cadra quérelo ver así”, díxome ela, “Pero tamén podes velo como que posúo a maior colección de egoísmo nunca vista. Non hai un final feliz nisto, nin o haberá”.

Sentín que debía pagar eu aquela ronda. E a seguinte. E tamén a seguinte.

Falei xa varias veces da importancia de conservar as nosas frases feitas. Estes bordóns tan útiles no camiño da expresión cotiá son das primeiras fendas polas que a lingua dominante (no noso caso, o castelán) penetra e acaba por substituír as nosas formas propias por empréstimos foráneos, innecesarios e, finalmente, enterradores desta parte do noso patrimonio lingüístico.

Hai dúas clases de substitución: a que se fai directamente na lingua dominante: “Ala, agora cada mochuelo ao seu olivo”. A lingua galega oral está ateigada de castelanismos e en moitos casos que unha frase feita se introduza no discurso en galego tal cal non ofrece demasiadas resistencia aos oídos menos sensibles.

Mais na maior parte dos casos, as frases feitas castelás pasan ao noso idioma como figuras que poderiamos definir como castrapismos semánticos, xa que poden incluso estar escritos en perfecto galego pero en realidade definen formas alleas, ben porque responden a connotacións que non se corresponden coa cultura galega ben porque existen formas galegas precisas para eses casos. Cando dicimos: “Non son eu moito de ver os touros desde a barreira”, desde o punto de vista ortográfico non hai chata mais a fraseoloxía referida ao mundo dos touros é estraña á nosa tradición cultural e deberiamos utilizar formas propias, mediante frases feitas nosas: “Non son moito de ver para os figos e non papalos” ou mediante fórmulas orixinais: “Non son moito de quedar impasible diante de situacións así”.

Debemos reparar en que nalgúns casos podemos empregar dúas formas diferentes. Por exemplo, tan válida é “pouco a pouco” coma “pouco e pouco”.

E noutros, o matiz é importante porque permite desenvolver a particular filosofía da nosa cultura expresada e refinada século tras século na nosa fala. É o caso de dito e feito, calco do castelán dicho y hecho. En galego é preferible empregar a expresión meu dito, meu feito. A que ten outro toque?

• Un frente situado al oeste de Irlanda dejará tiempo inestable el fin de semana

(Image Via Francisco Mingnorance)

(Image Via Roeselien Raimond)

(Image Via Roeselien Raimond)

The fox is seen as an adorable, beautiful and quite approachable critter by the humans they live alongside. They’re also seen as chicken coop raiding pests and intruders by folks who don’t want the sneaky little buggers on their property.

Whether you like ‘em, hate ‘em, or simply don’t know much about the swift and slinky fox, you’ll absolutely fall in love with foxes of all kinds after you peruse this beautiful photo collection, which features 21 images of foxes feeling right at home in their natural habitat.

The common red woodland fox, the fennec fox, the kit and the arctic fox are all here for your viewing pleasure, doing one of the things they do best- looking adorable!

Check out the rest of these foxy photos at The Mind Unleashed

Neatorama is proud to present a new series of Whodunits from Hy Conrad. The new mysteries are from The Little Giant® Book of Whodunits by Hy Conrad and Matt LaFleur. Can you solve the mystery before you read the solution?

(Image credit: Flickr userXipe Totec39)

Tony had promised to help clean up after the party and Tony was a man of his word. Still nursing a hangover, Tony dragged himself over to Fernando's house. The two men had coffee, then walked into the fenced-in yard, scene of last night's birthday revels.

The lawn was strewn with blown-up balloons and bottles and streamers, but after an hour of work, they managed to get it cleaned up.

"Darn," Fernando said, pointing up to a tree by the edge of the eight-foot-high wooden fence. A balloon was stuck in a top branch. "I'd wait for a breeze to blow it off, but there hasn't been a breeze in days."

Fernando climbed the tree. He was just a few inches from knocking free the balloon when he glanced into a window of Gil Dover's house next door. "Looks like a robbery," he yelled down. "Broken window. A big mess. Tony, my phone's not working. Go to the corner and call 911. I'll meet you by Gil's rear gate."

When the police arrived, Tony and Fernando were waiting outside the splintered gate to Gil Dover's backyard. "That's how we found it," Fernando explained. "We didn't go in." Upon entering, the police found what Fernando had said: a broken window, a big mess in the den— plus ten missing rare coins worth $100,000.

Gil Dover wasn't too disturbed. "The coins were insured," he reported. "My uncle left me the collection, and frankly I'd rather have the money. I usually put the alarm on. But today's cleaning day. I don't put it on when the house cleaner comes."

But the cleaner had never come. Al, of Al's Domestic Service, was at his own house across town. He said he got a message from his answering service asking him to skip this week.

A sergeant checked his notes. "Dover says he left home at his usual time, 11 A.M. Fernando looked over the fence at 11:30. Anyone could have broken in during that half-hour period."

"Maybe," his captain replied. "But I have a good idea who's responsible."

Whodunit and how?

Show Answer

The whodunit above was provided by American mystery fiction author Hy Conrad.

In addition to his work in mystery and crime puzzles, Hy was also one of the original writers for the groundbreaking TV series Monk.

Currently, Hy is working on mystery novel series "Abel Adventures" as well as the Monk series of novels, starting with Mr. Monk Helps Himself (published by Penguin, order from Amazon here)

Check out Hy's official website and Facebook page - and stay tuned for more whodunits puzzlers on Neatorama from the master of whodunit mysteries himself!

(Photo: unknown)

Liberty, equality, and brotherhood--these words formed a common republican slogan during the French Revolution. If the revolutionaries had included Beyoncé, would there have been fewer decapitations?

-via Global Street Art

You've been magically transported to the world of Game of Thrones. Would you survive? Choose carefully and hope that the odds are on your side as you proceed through this flowchart made by Dorkly's Julia Lepelil. Alas, I didn't make it past the beetle stage.

-via The Mary Sue

This week in Sicily, the 60th annual Taormina Film Festival is underway. One of the marquee stars who is parading himself around the festival events and panels is John Turturro, ubiquitous and legendary character actor known and loved for roles in “Barton Fink,” “Quiz Show,” “Do the Right Thing” and a ton of other stuff–especially Jesus Quintana, the Latin pederast bowler in the Coen brothers’ 1998 title, “The Big Lebowski.”

According to The Hollywood Reporter, “Lebowski” became a topic of discussion during a master class on Saturday in which Turturro said, if he can get past the red tape, he’d love to reprise his role as de Jesus for a spinoff movie.

“If I can get the permission I need,” he said, “I’d like to return to that role.”

Given the vast amount of culture and thought that was inspired by the original film, one can only dream what would come of a Jesus Quintana stand-alone film. Writer DJ Pangburn poured his heart and soul into a 2011 piece for us, “Exploring Capitalism Through the Lens of ‘The Big Lebowski’: Part 1, Man.” (Parts 2 and 3 can be found here and here, respectively.)

To Pangburn, Quintana symbolizes one of the tools in which conformity and submission are taught to society at a, shudder, young age. Pangburn writes:

That he enjoys diddling children is merely a function of him preparing the youth for the wholesale rape they will receive at the hands of the American and, indeed, global economy as they age. Similarly, his nominal religiosity symbolizes religion’s complicity in capitalism’s most egregious sins. Religion is the playground of American and global capitalism, where minds are shaped to respect authority and to make money that can then be rendered unto Caesar (that which is Caesar’s). There will always be an elite, accept it.

Read the rest of Pangburn’s three-part essay above. And keep your fingers crossed for a less (or more?) demented tone that will underscore a hopeful Turturro’s labor of love.

h/t BS

The Museum of Sex is opening an exhibit this Thursday that features an enormous bouncy castle made of boobs. It’s like they read your immature middle school mind.

The exhibit, created by London artists Bompas & Parr, is called Funland: PLeasures & Perils of the Erotic Playground, is a multimedia installation that features five attractions, including a mirrored tunnel that has people go on a quest for an elusive G-spot, a rock wall made of the anatomies/orifices of generous volunteers, and yes, the giant boob bouncy castle.

The show will be open through 2015. Here’s hoping that the bouncy castle won’t blow away.

Source: Paper Mag | Image: Vimeo

Click here for last week's episode.

Photo via Londontown.com

Last week I stumbled across news of the opening of a brand-new pub in Central London called Gabbi's Head. Described by the Evening Standard as "a beautiful pop-up pub for women, a haven of football and beauty," it's an oasis of traditional femininity where, for the next month only, women can watch the World Cup while getting spray-tanned and their nails and eyebrows done.

Everything that's not nailed down is pink, and the burgers are named after teams in the World Cup and beauty procedures such as "the Brazilian," so you can finally eat a meal thematically connected to a type of pubic wax.

All photos by Lily Rose Thomas

On the one hand, OBVIOUSLY the idea of Gabbi's Head seems like a reductive cliché—I mean, it's an all-pink pub. An all-pink pub with a website that suggests women might want to come and "ogle footballer's legs," watch the football without "laddy interruptions," drink "exclusive cocktails," and "get gorgeous."

But I had to admire the balls it took to launch this joint in the age of the Twitter feminist rage machine. The decor alone should have been enough to launch a billion op-eds, but actually, as far as I can see, the internet has been kind of quiet, even enthusiastic, about Gabbi's Head.

Maybe that's because even though it suggests that all women like to be addressed as "gals" and fantasize about spending time in Barbie's Dreamhouse, Gabbi's Head also acknowledges that women can be interested in football and beauty at the same time. Which might sound like it should be a given, but it's not.

When I was 12, I was obsessed with football. If I wasn't doing kick-ups in the garden, I'd be inside playing Euro 2000 on the Playstation, or collecting World Cup stickers and swapping them with the boys at school. All the girls I knew were starting to shave their legs, paint their nails, and put makeup on, but I was the tomboy with the bruised knees and grass-stained jeans until I was about 14, when I finally got on board with Impulse gold and Rimmel blue eyeshadow.

Back then, I felt pressured by other girls at school to choose between my beloved Zola shirt and a Miss Sixty crop top, but now, in a way, this weird football-beauty pub is telling me I can have both. It's sending out a message that football isn't exclusively for men and that it's perfectly acceptably to drink a cosmopolitan instead of a pint while you watch the game. And who doesn't enjoy a cosmo? So I headed out to pay Gabbi's Head a visit.

I chose to go to the pub on June 19, the day of the England–Uruguay match for the optimum girls-watching-the-football experience. Because it was my 23rd birthday, and I didn't want to spend it alone in a fuchsia room with laminate wood flooring, I brought reinforcements along in the form of a few female friends.

Men are welcome at the beauty pub, but I wasn't sure I felt comfortable dragging many guys I know to a place that serves Bellinis at halftime. It would be nice to pretend we're all impervious to the gender politics of a space, but colors have connotations, and when I asked some boys I know how they'd feel about drinking in a bright-pink pub, they laughed at the very idea of it.

Nonetheless, there were quite a few men drinking at the pink pub, like the guy above, whom I didn't speak to but assumed he was from the showbiz section of a tabloid newspaper.

If you're not the girliest of girls, the concept of a "beauty pub" might sound terrifying. I've been known to slap as much makeup on my face as someone wandering through the background of a Real Housewives episode, but "brow pods," "skincare stations," and "tanning booths" sound like things from a NASA training course to me. And something about having a spray tan in the same place that you're eating a burger reminds me of that time I went to the gym and a guy was eating cookies in the sauna.

That said, there is something incredibly practical about being able to have your eyebrows waxed at the same time as you watch a football match. Now that women are, you know, empowered enough to have jobs, we're generally quite busy, and anything that helps us multitask can only be a positive thing, right?

When I asked some of the girls whether they wished all pubs had the option of an instant makeover, they laughed. "Nah," said one. "It's fun for this, but it would be a bit weird at a normal pub, wouldn't it?" This seemed to be the consensus throughout the night, as one of my friends pointed out that "it didn't really feel like a proper pub without all the testosterone" before begging me not to include that because it "doesn't sound very feminist."

The atmosphere before the game was decidedly "hen-party chic": White wine was glugged from the bottle, a girl from Made in Chelsea was taking selfies with people in the corner, and everyone was eating nachos. Unfortunately, the room was too busy for anyone to make use of the pink dartboard, and the sight of the above custom-made foosball table being used as a booze graveyard made me feel sad inside.

When the match began the room started to buzz, but to my disappointment there was as much talk about how hot Suárez, Sterling, and Sturridge are as there was about England's standing in the tournament. Thankfully, Rooney's goal sent the crowd into a frenzy, restoring my faith that the girls were actually there for the beautiful game, rather than just the beauty products.

By this point, I was really starting to enjoy myself. It's not so much the eardrum-fracturing sound of men yelling at the TV that freaks me out about going to mannish pubs to watch the World Cup, but rather a slight anxiety that I don't really know what to shout at the screen myself. Sometimes, in a moment of reactionary panic, I'll yell something like "GET IT AWAY." I also ask loads of annoying questions, even though I used to play football myself:

"Who's that guy?"

"How do they choose how much extra time there is?"

"Why didn't that count?"

"Will there still be a game on Tuesday if we lose this one?"

It was really nice to watch the football surrounded by girls because they actually answered my questions. Also while I don't want to paint us as a load of gossiping medieval fishwives, during the boring bits we definitely talked about whom we were sleeping with.

When we eventually lost I was disappointed, but less so cause I'd got my makeup done for free. These girls were inconsolable, though:

After the game, as people began to disperse, tensions were running high and a fight broke out. Someone called someone else a "cow," and a third someone started crying. I wanted to see the fight as triumphant confirmation that women can care about football in the same irrationally passionate and violent way as men, and that the sport can make them just as rowdy about it after a few drinks, but really I kinda felt like I was back at an all-girls school, where we had no boys to show off to and so just fought with one another to create some entertainment for ourselves.

As I waded through broken glass and discarded makeup packaging, I left Gabbi's Head thinking that, although the concept was a little trashy, ultimately I liked what it stands for. It was kind of heartening to know that football and beauty can coexist in the same space, albeit a space that makes you feel like you're inside a giant cartoon vagina.

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A imputación do alcalde de Ferrol frea de vez as esixencias do líder conservador para que os rexedores de Lugo e Ourense deixen os seus cargos. Aduanas sospeita que Rey Varela recibiu cartos de Véndex na súa etapa como concelleiro e el négao.

In Tom Huber’s film, Harry Dean Stanton: Crossing Mulholland, the subject says: “… I had to decide if I wanted to be a singer or an actor. I was always singing. I thought if I could be an actor, I could do all of it.” Though Partly Fiction, his debut album, appears when he is a spry 88, Stanton has done plenty of singing and harmonica playing in his career. This is the soundtrack to director Sophie Huber’s film of the same name. It features conversations with the actor, friends, and colleagues. Much time is spent in Stanton’s living room as he sings and plays, covering vintage country and rock & roll songs with Jamie James (Kingbees) on acoustic guitar — they have a musical partnership dating from the ’80s. The music here is rough, threadbare, immediate.

320 kbps | 90 MB | UL | MC ** FLAC

His voice sounds like Jack Kerouac’s in “Old Angel Midnight”: world-weary, timeless, never frail, with the wisdom, tragedy, and magic of the ages in its grain. Stanton’s delivery is tentative in the opening verses of Roy Orbison’s “Blue Bayou,” but his apprehension vanishes by the refrain. His wavering pitch seeks the meaning in the lyrics underneath its metaphors. His between-song banter is priceless. When he introduces Fred Neil’s “Everybody’s Talking,” he asks jokingly, “Do I have any lines? How about silence? Straight ahead.” Then his gaze turns inward; he’s singing for himself. In the spirited version of Chuck Berry’s “The Promised Land,” Stanton simultaneously reveals the composer’s poetic genius, and that the America portrayed in it is almost a Homerian myth turned back on itself. In “She Thinks I Still Care,” his airy baritone makes the tune a conversation piece. His protagonist unsuccessfully attempts to convince himself — and the guy on the next barstool — of his conviction. His readings of “Tennessee Whiskey,” Kris Kristofferson’s “Help Me Make It Through the Night,” Willie Nelson’s “Blue Eyes Crying in the Rain,” Paul Kennerley’s “All My Rewards,” and the reprise of “Cancion Mixteca” (a traditional song from the soundtrack to Paris, Texas) are all weathered, beautiful romances delivered without sentimentality. He introduces the latter by speaking the translated lyrics before singing it in Spanish. Stanton closes with “Danny Boy.” After explaining its origins, he sings it midtempo, from a place of such depth, it’s plain that the words and melody are ingrained in his heart. He gets out of the way and lets them move through his voice. Partly Fiction is as revealing as the film in offering a partial portrait of the man. Musically, Stanton’s belief in song as the direct communication of some kind of truth on its own terms, is born out in this ragged but indispensable document. As for what took him so long to record this, to paraphrase Ray Wylie Hubbard, he probably didn’t want to peak too soon.