Jueves 14 de marzo de 2024
En la tarde de ayer volvimos a reunirnos los participantes del Club de Lectura “Con mucho gusto”, con sede en la biblioteca Reina Sofía, para comentar Un mago de Terramar, de Ursula K. Le Guin (1968).
Un mago de Terramar, Ursula K. Le Guin, 1968
En el ánimo de este club de lectores está leer y comentar obras de diversos autores, épocas o géneros y, bajo la premisa de la variedad, leemos Un mago de Terramar, de la autora estadounidense Ursula K. Le Guin. Se trata de una obra catalogada como un clásico de fantasía, enfocada a un público infantil y juvenil y es la primera de una saga de obras que siguen a un protagonista desde su infancia hasta su vejez. En nuestro ya largo bagaje, no ha sido habitual abordar obras de fantasía pura, y menos si es para un público no adulto. En este caso, quizá solapada por la excelencia de Tolkien y posteriormente por la inmensa fortuna mundial de la saga de Harry Potter, esta obra es menos conocida. Aun con todo, Un mago en Terramar es un perfecto ejemplo de novela de aventuras y magia para todo tipo de lectores, que recoge lo mejor de la tradición fantástica tan bien cultivada por los autores de la narrativa anglosajona.
La trama de la obra se puede concebir y resumir como un caso de novela de aprendizaje o formación -bildungsroman-, que sigue los pasos de Gavilán, joven con unas habilidades especiales para el cultivo de la magia. A través de las páginas de la novela, el lector asiste al desarrollo de su formación como mago, atendiendo a las diferentes etapas por las que pasa. En este camino de formación, conoce a otros personajes y enfrenta peligros y desafíos en una diversidad espacial y temporal que da sentido al conjunto.
Esta lectura es fruto de la elección de una participante del club, Cristina Pozo, perteneciente al grupo de estudiantes. Ha explicado en su presentación que es una apasionada de la literatura fantástica, y que eligió esta novela sin haberla leído y, aunque su veredicto fue positivo, reconoció que hay muestras de literatura fantástica mucho mejores.
Tras sus palabras iniciales, dirigió la sesión a partir de una serie de interrogantes que marcaron los comentarios del resto. Entre estas cuestiones destacan dos: si es posible considerar a esta obra dentro de la literatura infantil y juvenil y qué es realmente el género fantástico. Un mago en terramar no se ajusta a los parámetros de la literatura para adolescentes, pues carece de trama amorosa; por otro lado, tampoco parece destinada a un público infantil, por cuanto, a pesar de estar escrita de forma clara, lineal y sin artificios retóricos, su seguimiento puede exigir un lector más avezado. Aun así, los lectores, la mayoría no muy afines a la literatura fantástica, reconocieron que es de lectura agradable, con una trama que plantea aventuras en torno a la formación como mago de un personaje principal, y con un desarrollo espacial especialmente significativo, ya que, como en casi todas las muestras del género fantástico, el espacio constituye un elemento esencial por el que transita el viaje del protagonista en sentido clásico, es decir, geográfico y personal.
En cuanto a la configuración genérica de la literatura fantástica, Cristina planteó si no es cierto que casi siempre toma como referencia la Edad media -piénsese en El señor de los anillos, Juego de tronos o la saga de Narnia, entre otros muchos, aupadas por el medio cinematográfico-, con dificultad para presentar elementos innovadores. Esta afirmación dio pie a una interesante charla a propósito de la literatura fantástica frente a la ciencia ficción actual, representada a través de una literatura distópica que plantea una “magia tecnológica”, con proyección hacia un futuro cercano.
Finalmente, y como recapitulación, la sesión de ayer tuvo la novedad de plantear cuestiones literarias a propósito de la lectura de una novela fantástica catalogada de lectura infantil y juvenil, en la que los participantes más jóvenes aportaron puntos de vista originales y provechosos, basados en su experiencia lectora, en sus conocimientos y en sus gustos literarios. La voz de los lectores estudiantes dio sentido a la sesión y confirmó el valor de mezclar participantes de diversas edades en nuestro club de lectura. Gracias a Cristina que con acierto facilitó que esto sucediera.