La entrada Sabotaje del agua pesada en Vemork, Noruega aparece primero en Marcianos.
El 19 de noviembre de 1942, un par de bombarderos Halifax de la Real Fuerza Aérea se abría camino a través de las espesas nubes de invierno en Noruega mientras remolcaban planeadores de asalto. Al interior de cada planeador, una carga útil de saboteadores profesionales de la 1ª División Aerotransportada británica había aguantado un camino difícil a medida que los aviones se acercaban al lugar de aterrizaje previsto en el lago congelado de Møsvatn. En algún lugar de las montañas, oculto entre la nieve, un equipo de comandos noruegos esperaba la llegada.
El objetivo final de esta misión conjunta era penetrar y deshabilitar a la central hidroeléctrica de Vemork, un complejo nazi fortificado ubicado en las montañas noruegas. Aunque el propósito original de la planta había sido generar electricidad y fertilizar, los ocupantes alemanes estaban capitalizando la capacidad de las instalaciones para colectar enormes cantidades de agua pesada – un ingrediente clave en el esfuerzo nazi por desarrollar una bomba atómica.
Los ingenieros en Vemork observaron por primera vez la curiosa agua pesada en 1934 cuando apareció como un subproducto en la revisión del proceso de producción de amoníaco. Física y químicamente la sustancia es semejante al agua ordinaria, pero mientras que los átomos de hidrogeno en una molécula de H2O se componen de un protón y un electrón, muchos de los átomos de hidrogeno del agua pesada tienen el peso adicional de un neutrón – un isotopo conocido como deuterio. El óxido de deuterio (D2O) está presente de forma natural en el agua corriente, aunque la relación que presenta es de tan solo una parte en 41 millones, por lo que previamente no se había observado en cantidades significativas. A lo largo de casi una década, los científicos de Vemork habían estado colectando este exótico líquido para someterlo al escrutinio científico, suministrando muestras a diversos investigadores del mundo para experimentos simples. Sin embargo, el interés nazi, como casi todo en aquella época, era algo más que siniestro.
Izquierda: agua normal con un trozo de hielo. Derecha: agua normal con una porción de óxido de deuterio congelada.
Hacía finales de la década de 1930 un grupo de físicos alemanes descubrió que ciertos raros isotopos de uranio son fisionables, esto quiere decir que sus núcleos se vuelven inestables y se dividen cuando absorben un neutrón adicional. El núcleo se parte en dos núcleos más pequeños – que se repelen uno al otro debido a sus cargas eléctricas mutuamente repulsivas – y se produce un bombardeo que consiste en neutrones libres moviéndose a alta velocidad. Pronto los científicos se dieron cuenta que una reacción en cadena era posible en un cúmulo de material fisionable dado que los neutrones generados durante una fisión podrían desencadenar fisiones posteriores, estos a sus ves desencadenarían nuevas y así sucesivamente. Dependiendo de las condiciones, esto podría resultar en una fuente de larga duración de calor y neutrones, o en una fuente de muy corta duración de explosión y muerte. También dedujeron que una reacción en cadena auto sostenida sería más fácil de mantener si lograban identificar una sustancia capaz de disminuir la velocidad de los neutrones sueltos para incrementar las posibilidades de ser absorbidos.
El equipo nuclear del régimen nazi seleccionó al agua pesada de Noruega como el mejor candidato para actuar como moderador de neutrones, entonces cuando fuerzas alemanas tomaron Vemork en 1940 fue un activo que se apresuraron a arrebatar. Bajo estrictas medidas de seguridad, los alemanes duplicaron la capacidad de producción del agua pesada y comenzaron a enviar barriles del material a los laboratorios de armas en Berlín. Los trabajadores civiles en Noruega desconocían por completo la información sobre bombas nucleares o moderadores de neutrones, pero el interés tan especial de los nazis en la sustancia llevó a los miembros de la resistencia a informar de la actividad a la inteligencia británica.
Para el año de 1942, los líderes aliados estaban convencidos de que el agua pesada significaba un componente de vital importancia en los planes de Hitler para desarrollar un arma atómica. Dado que los moderadores de neutrones no eran requeridos en las bombas atómicas, los físicos alemanes tenían la intención de empelar el agua pesada para moderar una reacción sostenida en su alijo de uranio-235. Entonces, podrían exponer pepitas del isotopo más común de uranio (uranium-238) a los neutrones lentos arrojados fuera del reactor, permitiendo que algunos núcleos del uranio absorbieran un neutrón adicional para convertirse en uranium-238. Los átomos de U-239 tienden a experimentar la desintegración beta un par de veces en el transcurso de unos cuantos días, finalmente resultando en armas de grado plutonio-239.
Los aliados no podían quedarse de brazos cruzados mientras los secuaces de Hitler avanzaban en el desarrollo de armamento nuclear, de otra forma estaban seguros que la guerra llegaría a un final abrupto y catastrófico. La Real Fuerza Aérea británica consideró que un bombardeó nocturno sobre Vemork era un escenario “poco realista”, por lo que organizaron un grupo encubierto de asalto por tierra. El 19 de noviembre de 1942, una treintena de ingenieros se apretujaban en un par de planeadores y se dirigían hacía el congelado paisaje de Noruega remolcados por bombarderos Halifax. En las montañas, muy cerca de la hidroeléctrica, un equipo de avanzada de comandos noruegos esperaba pacientemente en la zona de aterrizaje, mientras los aviones luchaban entre los cielos tupidos de nubes.
A medida que el zumbido de los motores de los aviones se desplazaba sobre el horizonte hacía Jens Anton Paulsson y sus tres hombres, se escuchó una explosión sorda a la distancia. Cuando el eco se desvaneció, solo pudo escucharse el sonido de un solo avión. Uno de los bombarderos Halifax se había impactado contra una montaña mientras atravesaba una nube espesa. El piloto del planeador – que había logrado soltar la aeronave en último momento – tuvo un accidente un tanto más grácil en la medida de lo posible entre el terreno montañoso. El avión restante rodeó la zona con su propio planeador mientras la tripulación luchaba infructuosamente por contactar a alguien en la pista de aterrizaje. Eventualmente se vieron obligados a renunciar debido a la escasez de combustible, pero cuando el atacante pretendía regresar a casa, su línea de remolque se rompió y envió al segundo planeador directo a las colinas cubiertas de nieve.
Lo alemanes no perdieron el tiempo y despacharon tropas de la Gestapo a investigar el escándalo. Paulsson y sus combatientes de la resistencia noruega sabían que era imposible llegar a los sitios del accidente que estaban por delante de los alemanes, por lo que se retiraron a su refugió en la montaña a la espera de instrucciones. Durante tres largos meses los hombre sobrevivieron alimentándose de musgos y líquenes que fueron capaces de mendigar en las temperaturas bajo cero, sus dietas se veían interrumpidas por alguna que otra aparición de vida silvestre comestible. Mientras tanto, los sobrevivientes de los planeadores estrellados fueron capturados, interrogados, torturados y ejecutados en secreto por la Orden de los Comandos, que estipulaba que todos los comandos enemigos capturados estaban condenados a muerte, sin ningún tipo de excepción.
El 19 de febrero de 1943, seis compatriotas de los noruegos finalmente llegaron en paracaídas con una carga de alimentos, armas y explosivos de sus partidarios británicos. Tras intercambiar saludos, Joachim Ronneberg tomó el mando del grupo y expuso el plan de ataque. Una vez que todos estuvieron en condiciones, los diez hombres noruegos se ajustaron sus esquíes y se armaron con rifles, metralletas, trapos impregnados de cloroformo y píldoras con cianuro para un eventual suicidio. Pese a que no les habían proporcionado los detalles específicos sobre el propósito de la hidroeléctrica, los hombres estaban convencidos de que su destrucción impediría que Hitler adquiriera la capacidad de destruir ciudades enteras con un solo golpe.
A las tres de la mañana del 28 de febrero, el intrépido equipo noruego se aproximó al objetivo. La hidroeléctrica Vemork estaba situada al borde de un acantilado de 200 metros cual fortaleza de hadas, y solo era accesible a través de un corredor con un puente de 73 metros que cruzaba un profundo barranco. El área estaba repleta de minas, y el puente estaba perfectamente iluminado y constantemente vigilado. En lugar de meterse en problemas con las minas y los centinelas, el comando decidió descender el barranco y trepar por el acantilado en el otro lado. Los combatientes de la resistencia intercambiaron deseos de buena suerte y entonces esquiaron hasta el fondo del barranco.
Tras concluir la larga y traicionera subida hasta el acantilado congelado, Knut Haukelid se puso al mando de un grupo de cinco hombres y se dirigió a asumir posiciones de cobertura fuera de las barracas alemanas. Los otros cuatro se dividieron en dos equipos de demolición, cada uno cargado con un conjunto completo de explosivos en caso de que alguno no pudiera llegar al objetivo. Los cuatro hombres se dirigieron a una puerta del sótano que se les había dicho dejarían sin seguro, pero el operario encargado de dicha tarea enfermó ese día y faltó al trabajo. Ambos equipos se separaron para buscar puntos alternos de entrada.
Joachim Ronneberg y su colega Fredrik Kayser pronto localizaron una escotilla que les permitía acceso a un estrecho pozo lleno de cables y tuberías, y los hombres descubrieron que había espacio suficiente para atravesar. Como la maquinaria del complejo operaba con poco ruido, el par se arrastró lentamente por el largo conducto mientras empujaban sus explosivos delante de ellos. Al final del túnel, los hombres descendieron por una escalera e inspeccionaron su objetivo: una extensa fila de cilindros metálicos que recubrían la pared de la sala donde se concentraba el agua pesada. Los dos asaltantes entraron en el compartimiento y capturaron a un vigilante solitario completamente desprevenido. El hombre cumplió ansiosamente las instrucciones de levantar las manos, luego se puso a temblar mientras los intrusos bloqueaban todas las puertas que daban a la sala. Ronneberg se dirigió hacia los tanques de agua pesada e inmediatamente comenzó a colocar sus dieciocho cargas explosivas.
Mientras Ronneberg hacía el trabajo, el zumbido lento y constante de la planta se vio interrumpido por un sonido de cristales rompiéndose al otro lado de la habitación. Él y Kayser voltearon empuñando sus armas. Por la ventana salieron los dos hombres del otro equipo de demolición, después de haber sido incapaces de encontrar una entrada más adecuada. Juntos, los hombres instalaron y comprobaron las series de cargas, y agregaron fusibles que habían sido cortados para proporcionar un retraso de apenas treinta segundos. Un civil noruego se dirigió a la habitación y se sorprendió al ver al puñado de comandos dándole los toques finales a sus cargas de demolición. Obedientemente levantó sus brazos al aire y se unió a su colega en cautiverio.
Ronneberg puso en marcha los fusibles de las bombas y silenciosamente contó hasta diez. Después, ordenó a los prisioneros que corrieran escaleras abajo tan rápido como pudieran. Con la esperanza de evitar represalias contra la población local, los asaltantes dejaron una ametralladora británica en el suelo para hacer pasar el ataque como un trabajo de los británicos. Los equipos de demolición se reunieron en el exterior con sus compañeros y se marcharon a toda velocidad. Tras una pausa que pareció eterna, pudo escucharse un ruido ensordecedor proveniente del edificio Vermork detrás de ellos. Tres mil libras de óxido de deuterio chapoteaban fuera de los tanques dañados y escurrían por los desagües de la fábrica, la destrucción echó abajo cuatro meses de producción y mutiló gravemente el equipo de recolección de agua pesada. En ese momento los alemanes se dieron cuenta que estaban siendo atacados, pero los diez hombres noruegos ya habían escapado a la seguridad de las montañas sobre sus esquíes.
Los saboteadores habían destruido con éxito la planta de agua, pero los ingenieros alemanes comenzaron las reparaciones de inmediato y en cinco meses sus colectores de agua pesada estaban funcionando nuevamente. En el invierno siguiente los aliados tenían los medios para atacar el objetivo por aire, y durante un larguísimo día de noviembre de 1943, ciento cincuenta y tres B-17 con bandera estadounidense deambularon sobre el horizonte y asolaron el área del complejo de Vemork con más de setecientas bombas. Debido al terreno muchas bombas fallaron y la mayor parte de la estructura permaneció intacta, pero la serie contundente de ataques persuadió a los alemanes para que abandonaran la zona.
En un esfuerzo por rescatar los remanentes de la operación, los científicos nazis cargaron un botín masivo de agua pesada en un vagón de tren. Bajo una custodia impecable el cargamento de óxido de deuterio inició su viaje hacía Berlín. La procesión armada abordó un ferry de tren para transportar el vagón a través del lago Tinnsjo, y mientras el barco cruzaba la parte más profunda del lago se produjo una fuerte explosión. El ferry zozobró y se hundió, arrastrando el resultado del programa para una bomba atómica alemana a una fosa profunda en el agua. El saboteador noruego Knut Haukelid – el mismo sujeto que había liderado el equipo en la redada contra Vemork – se enteró de los planes para mover la carga, y se introdujo de contrabando a la embarcación para instalar una bomba improvisada antes de que los alemanes llegaran. Desafortunadamente catorce civiles perecieron en el hundimiento, pero los líderes de la resistencia concluyeron que estas pérdidas eran aceptables teniendo en cuenta las miles de vidas que se pudieron haber perdido si el programa nuclear de Hitler hubiera llegado a tener éxito.
Aunque la participación de los noruegos no detuvo completamente el progreso del proyecto de la bomba atómica de los nazis, creó obstáculos significativos. Según algunos reportes llenos de polémica, los nazis se las arreglaron para desarrollar y probar un pequeño dispositivo nuclear justo antes de que la guerra llegara a su fin, pero aparentemente era de un diseño muy inferior al de las bombas arrojadas en territorio japonés algunos meses más tarde por los Estados Unidos. En cualquier caso, la Alemania nazi ciertamente tenía el conocimiento y las habilidades necesarias para construir la bomba, pero simplemente carecía de recursos.
Saboteadores de la resistencia noruega en Vemork. Faltaron 2 elementos del equipo de asalto original, posiblemente estaban haciendo cosas tan insignificantes como salvar al mundo.
En la historia moderna existen pocos ejemplos de estos pequeños actos de sabotaje que desencadenan efectos dramáticos. Según algunas previsiones, las redadas en Vemork fueron lo único que se interpuso en el control de Hitler sobre Europa y un gobierno absoluto con un puñado de plutonio. De hecho, si los nazis hubieran trabajado sin obstáculos, el primer hongo atómico pudo haberse levantado sobre Londres a mediados de la década de 1940. Si esto resultara correcto, estos saboteadores incondicionales y su arriesgada misión en las montañas de Noruega evitaron al mundo un destino mucho peor. Damninteresting.com Adaptación por Marcianosmx.com.
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